lunes, 29 de junio de 2015

Volviendo a leer “1984”, de George Orwell




Publicado también en mi blog cultural Palabras desde el Sótano
Estoy aprovechando el verano para releer clásicos de la ciencia ficción, un género bastante interesante al que me gusta volver de vez en cuando. En esta ocasión, me he sumergido de nuevo en el tenebroso mundo ideado por George Orwell en su fantástica novela “1984”.


“1984” nos retrata un mundo totalitario, una sociedad controlada por el “Partido” y cuyo líder supremo, el Gran hermano, vigila con tenacidad todos los movimientos de la población. El mundo está dividido en tres superestados: Oceanía, Asia oriental y Eurasia. El primero abarcaría las islas británicas, América, Australasia, las islas atlánticas y África meridional. Eurasia contiene a Rusia y toda la masa terrestre europea y asiática, desde Portugal hasta el estrecho de Bering. Asia Oriental comprendería China y aquellos países que están al sur de éste, como Japón, además de una importante porción de Mongolia.


Los tres superestados siempre están en guerra. Nadie puede ganar, pero eso no es importante. La guerra es un mecanismo para dedicar recursos laborales, tecnológicos y económicos que, de otra forma, irían orientados a buscar la igualdad humana, aspecto que la jerarquía del partido, o la casta, no puede permitir. La guerra permanente crea un estado de excepción en el que se anulan las libertades y cualquiera puede ser acusado de traidor. 


En Oceanía vivirá nuestro protagonista, Winston Smith, un miembro del partido que empieza a dudar de todo lo que le rodea. Winston trabaja en el Ministerio de la Verdad, dedicado a las noticias que el Partido quiere que salgan, así como de su manipulación, la invención de acontecimientos pasados que nunca ocurrieron y la propaganda. También tendríamos el Ministerio de la paz, que se dedica a la guerra; el Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden incluso con métodos bastante crueles; y el Ministerio de la abundancia, encargado de los asuntos económicos. Como podéis ver, los nombres de los ministerios nos evocan un mundo totalmente contrario a lo que realmente hacen. Donde hablamos de verdad queremos decir mentira, Amor es violencia inhumana y abundancia es la gestión de la escasez.

El mundo de Winston Smith es un escenario en el que nadie se puede fiar de nadie. Apagando el día a día con ginebra mala y tabaco de ínfima calidad, todo está plagado de “telepantallas” que observan, mientras el Partido repite de forma atosigante sus grandes lemas:

LA GUERRA ES LA PAZ

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

No sólo hay un control de lo que se hace, sino que también existe una policía del pensamiento. Si te distraes, puedes ser acusado de “crimental”.


El Partido dedica grandes recursos a inventarse una nueva lengua, la Neolengua, en la que el número de palabras y conceptos se ve reducido a marchas forzadas. Palabras como libertad están desapareciendo; la censura pretende que el modo de pensar de las personas se reduzca cada vez más  y, para ello, hay que limitarlas. 


Pero Winston tiene recuerdos, leves, de hace muchos años. Sospecha cómo el Partido manipula la historia. Un día están en guerra con Eurasia y a los dos meses están en guerra con Asia Oriental y Eurasia es el gran enemigo. El pasado es reescrito constantemente y Winston quieres saber lo que existía antes de la Revolución, antes de que el partido impusiera su ideología, el Ingsoc, creando un proyecto político tremendamente delirante. 


Winston, diariamente, es partícipe de los minutos del Odio, en el que todo el mundo está obligado a ver en una pantalla a Goldstein, el gran enemigo de la patria y el traidor supremo. Supuestamente, Goldstein dirige una hermandad, un grupo de personas que se han rebelado contra el Gran Hermano y, por tanto, deben ser odiadas con esmero por toda la población. Son los enemigos del pueblo, aunque luchen por la libertad. Hay que aclarar que el Partido sólo representa a una minoría, pues el 85% de la población son “Proles”, una masa de personas que sobreviven como pueden y que no son tenidas en cuenta por los dirigentes.

Nuestro protagonista, que comienza un diario y que odia al Gran hermano, conoce a Julia. Ésta es, a primera vista, una ortodoxa del partido, una fanática de la Revolución que es capaz de cualquier cosa. Sin embargo, todo resulta falso, pues la joven aprovecha su posición para vivir mejor, conseguir buenos productos de contrabando y entablar relaciones amorosas con quien quiere. Smith y Julia inician un idilio, pero Winston quiere luchar contra el Partido en todos los frentes, no convertirse sólo en una persona que sobrevive aprovechando la hipocresía y las fisuras de un régimen totalitario.


Al Partido sólo le interesa el poder por el poder. Y el poder se basa en el miedo. El terror de la población en el mundo expuesto por Orwell, que recoge muy bien lo que funcionó durante el nazismo y el estalinismo, es lo que cohesiona a la población en torno al Estado. Es el miedo a ser reprimido sin saber por qué. Es el pavor a ser “vaporizado”, purgado,  a pesar de haber sido un gran seguidor del Partido. Cualquier pensamiento, cualquier sentimiento puede ser  tildado de antirrevolucionario. Los niños acusan a sus padres, los padres venden a sus hijos con tal de no sufrir la tortura. Todos están condenados a querer al Gran Hermano.


Hay tres libros, en mi opinión,  que creo esenciales para entender el totalitarismo: El miedo a laLibertad de Erich Fromm, Los orígenesdel Totalitarismo de Hanna Arendt y 1984. No nos debe confundir el hecho de que sea ficción lo que cuenta Orwell, pues en sus páginas se encuentra un análisis pormenorizado de cómo funcionaba el totalitarismo llevado al extremo, anulando al individuo en pos de una burocracia, o casta, que pretendía perpetuarse en el poder explotando al pueblo.

He de reconocer que esta novela me dejó tocado hace 13 años, cuando la leí por primera vez, y vuelve a hacerlo en la actualidad. Para cualquier persona que la lea, debe servir para que se cree en su mente una alerta a favor de la libertad, que no nos traguemos mensajes en cualquier Neolengua vomitados por cualquier poderoso. Que seamos escépticos con los mesías que vienen a salvarnos y no nos fiemos nunca de quien gobierne.



 Qué pena que Orwell no esté vivo para poder comentar su obra. Pero suele ocurrer con tanta frecuencia...

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