domingo, 2 de abril de 2017

Twitter, usuarios robots y modernidad líquida


Hay una serie de datos relacionados con Twitter que ponen los pelos de punta. El primero, que  el 15% de las cuentas son robots. Sí, muchos de los que aparecen tuiteando o emitiendo mensajes a diestro y siniestro no son humanos. Quien hace la ley hace la trampa, y Twitter es un buen caladero de promoción en el que cualquier estrategia es bien recibida. ¿Sirve entonces esta red social como termómetro de la opinión general? ¿Un trending topic realmente refleja lo que interesa en los medios sociales o está manipulado? Siempre pasa: los medios de comunicación masivos, a veces, no son buenos canales para conocer lo que piensa el personal; una cosa es la opinión pública y otra, la publicada. Aunque Twitter es un canal bidireccional, cuando veamos que una cuenta rara nos sigue, quizá debamos dudar. Entre los grupos que persiguen una estrategia determinada y las maquinaciones robóticas, la plaza pública que es Twitter empieza a flaquear por muchos frentes.

Por otro lado, Twitter ha suspendido en el último año más de 600.000 cuentas extremistas. Ya sabemos que la red de micoblogging también se ha convertido en un espacio para voces radicales de todo pelaje y que, en cierta manera, podían campar con cierta sensación de impunidad. Es necesario que se controlen estos problemas. Parte de su seriedad como red social pasa por ser capaz de articular medidas contundentes para que no se convierta en un foro de opiniones llenas de odio. Pero entre los robots y los fanáticos queda cada vez menos espacio para construir conversaciones constructivas y de calidad, y todo el genial potencial de Twitter como canal de comunicación a tiempo real empieza a perder fuelle.

La modernidad líquida que brillantemente describió el sociólogo Bauman se caracteriza por ser una sociedad en la que identidades, amor, relaciones laborales… se mueven frenéticamente en una serie de comienzos efímeros que son seguidos por continuos finales insípidos. Si veo que el hielo es débil, patino más deprisa y  las redes sociales son un reflejo bastante real de lo que  digo: todo debe ser comentado, fotografiado, indultado o alabado en tiempo real entre voces un poco histéricas sin que tan ni siquiera nos dé tiempo para pensar.
Menos mal que, por lo menos, podemos tener un blog. Pero, claro, todas estas palabras quedarán sepultadas en pocos minutos entre toneladas de información. ¿Nos acordaremos mañana de este artículo? Y dentro de algunos meses, ¿nos acordaremos de muchas noticias que parecen importantes hoy? Como dijo Heráclito: todo fluye, nada permanece.


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