miércoles, 31 de enero de 2018

Internet: espectáculo y problemas.



Ya llevamos años viviendo en la sociedad del espectáculo. No hace falta echarle la culpa a las redes sociales. Los medios de comunicación de masas tienen sus claroscuros: la televisión puede informar o puede emitir basura; los contenidos circulan por medios que responden a políticas concretas, ya sea buscando el lucro o ya sea defendiendo determinada línea editorial (o ambas cosas).
Lo que ocurre es que, hoy en día, cualquier descerebrado tiene un medio de comunicación en el bolsillo de un potencial altísimo. La noticia de que un youtuber de veintidós años llamado Logan Paul se mofó de un hombre que se había suicidado al encontrarse el cadáver, demuestra una vez más que hay gente más idiota de lo que pensamos con una capacidad de movilización importante. Este  personaje tiene quince millones de suscriptores.  Al hacer espectáculo del  muerto, demostró no solo una falta de educación mayúscula, sino una total carencia de escrúpulos.  Pero hay tantas tonterías en Internet que es difícil hacer un análisis riguroso de la condición humana sin ruborizarse. Pienso que nos encontramos con varios problemas que debemos atender a toda prisa:

1.- La  tecnología ha avanzado más rápido de lo que hemos sido capaces de digerir.
Sí, puedes saber subir un vídeo o una foto,puedes ser el instagramer con más seguidores de tu instituto o el colega del trabajo que más vídeos  graciosos cuelga en las redes pero, ¿debes subir ese material? ¿Debes ceder tu privacidad alegremente?, ¿y la de tus hijos o tus compañeros de clase? Consideramos que esto es un juego y no lo es. Parece muy agradable ver cómo se incrementan tus “me gusta”, pero, ¿estás protegiendo tu intimidad y la de los tuyos? Seguramente sí, pero si una persona va incrementando su número de “amigos” en las redes sin control, quizás no sea tan recomendable subir la foto de su bebé tan mono o contar con pelos y señales lo que hace en su día  a día.
2.- La tecnología no nos hace moralmente superiores a lo que éramos antes.
Todo se hace viral con las redes, pero eso no significa necesariamente que nos concienciemos de los problemas sociales, sino que con frecuencia la porquería salpica más. El  chaval se disculpó tras lo que hizo, pero seguro que muchos le rieron la gracia. Es como si fuera un reallity sacado de una superproducción a ver quién es el más guay. Lo que hacemos tiene consecuencias, pero como vivimos en el mundo del chachi piruli, no contamos la realidad a los chavales. A nuestro querido youtuber ya lo han largado del canal, pero mañana puede ser una demanda, una agresión física o cualquier otra cosa.
3.- La tecnología puede pasar de la campaña necesaria al odio más recalcitrante.
Sí, solo hay que ver el capítulo de Black Mirror “Ocio Nacional” (del que hablaré próximamente). La escena es la siguiente: vivo amargado/a y vomito lo primero que se me ocurre en Twitter. Un movimiento a favor de la concienciación sobre cualquier problema se puede combatir fácilmente en una batalla campal.
La pregunta es: ¿debemos censurar y controlar la red para que no ocurran casos como los de Logan? ¿Debemos sacar de nuevo el tema tan manido, pero no por ello menos importante, de la educación en valores?


domingo, 21 de enero de 2018

Digitalización y mercado de trabajo

Gestionar la información y convertirla en conocimiento útil es la clave en la sociedad tecnológica que nos ha tocado vivir. Los profesionales nos vemos cada vez más inundados de datos que nos hacen perder un tiempo precioso si no conocemos herramientas potentes que nos permitan administrarlos. No hace falta ser un experto en Big Data, me refiero a aplicaciones y programas sencillos que pueden sernos muy  útiles en casi cualquier ámbito:
-          Lectores de Feeds,
-          Un blog en el que recopilar nuestra información preferida,
-          Uso de aplicaciones en la nube, como Google o OneDrive,
-          Etc.

Trabajar en remoto, en organizaciones cada vez más descentralizadas y digitalizadas, será lo más común más pronto que tarde. Además, están surgiendo una serie de profesiones que las empresas tienen problemas para encontrar. Leo lo siguiente en la prensa:

“Gestionar adecuadamente la tecnología y dosificarla es básico para acceder a un puesto de trabajo, sin dejar de lado las competencias digitales que continúan siendo la mayor preocupación de las organizaciones. El Mapa de Profesiones Digitales del Instituto Superior para el Desarrollo de Internet (ISDI) revela que en España se contabilizan alrededor de 350.000 puestos sin cubrir porque no se localizan los perfiles que cumplan con ese requisito. Marketing digital (39%), e-commerce (18%) y comunicación y contenidos (13%) son las áreas de mayor demanda. Los sectores de analítica, big data y desarrollo en soportes móviles son los que están experimentando un mayor crecimiento y van a cambiarlo todo.”

La digitalización crece a pasos agigantados. Nuevas profesiones se suman a la transformación que sufren aquellos puestos “antiguos”. Imagina que eres administrativo, un puesto en el que no hace mucho se trabajaba con máquina de escribir y, al día de hoy, se utilizan ordenador y herramientas en la nube. No es una profesión tecnológica, pero, ¿puede disociarse el ser administrativo de las nuevas opciones que nos ofrece la tecnología?

Si nos centramos en aquellas profesiones más relacionadas con el mundo informático, podemos observar que tanto el programador como el analista se encuentran en las primeras posiciones de los perfiles más demandados.


“Los puestos más demandados del sector IT siguen siendo el de Programador (24%) y Analista Programador (23%) que suman un 47% seguido de Consultores (10%), Administradores de sistemas (7%), Arquitectos Software (4%) y Soporte / Helpdesk (1%). Otras posiciones menos requeridas suman el 31% restante.”

Cuando hablamos de digitalización no solo lo hacemos de nuevas profesiones, sino de un cambio profundo de paradigma que afecta al resto. Estés en el sector en el que estés, más vale ponerse las pilas con las competencias digitales.

Más información:



viernes, 19 de enero de 2018

Viendo la cuarta temporada de Black Mirror

artículo publicado también en mi blog cultural: Palabras desde el Sótano

Black Mirror se ha convertido en una de mis series favoritas, sobre todo de cara a reflexionar -sabéis que lo hago mucho- sobre la relación entre tecnología y sociedad. Esta cuarta temporada tiene capítulos interesantes. Desde mi modesta opinión, los que más me han gustado son:

Atención spoiler:


 Segundo episodio que muestra a una madre sobreprotectora que decide utilizar la última tecnología existente para calmar a padres muy nerviosos: un dispositivo que, implantado en el cerebro del niño, es capaz de monitorizar todo lo que hace. En una tableta, la madre tiene la posibilidad de ver y oír lo mismo que la hija, de geolocalizar donde está, de controlar sus pulsaciones y saber si algo no va bien en su cuerpo.

Además, y esto es interesante, la madre dispone de la potestad de “censurar” partes de la vida cotidiana para que su hija esté segura. Así, si la asusta un perro, la progenitora puede hacer que la hija solo vea una mancha inaudible totalmente inofensiva. Esta funcionalidad  se puede extender a la violencia, la pornografía, las palabrotas… En fin, una niña criada totalmente fuera de la realidad que la rodea.

Sin embargo, la chica crece y empieza a mostrar inquietudes hacia la vida. La madre, que le había dado la libertad de dejarla de monitorizar, se asusta en el momento en el  que se da cuenta de que la chica  le miente sobre dónde pasará una determinada noche. Activa de nuevo la tableta y se entera de los nuevos compañeros de su hija en ese momento: sexo y drogas. Así, todos los miedos de la madre, como si fuera el mito de Edipo, se convierten en una profecía autocumplida.



Este capítulo también me ha gustado. Una pareja que va con su coche tras una fiesta, ambos puestos de todo tipo de estupefacientes y alcohol, atropellan a un ciclista. El chico convence a la muchacha para salir huyendo tras deshacerse del cadáver. Muchos años después, ella es una famosa y bien posicionada arquitecta, casada y con un hijo. Un día, recibe una visita en un hotel donde se hospeda: es el joven  –ya algo mayor- que atropelló al ciclista. Está arrepentido, ha dejado de beber y ahora está decidido a contarlo todo. Ella, de los nervios por lo que se le viene encima, lo asesina.
Paralelamente, en la calle,  una furgoneta autónoma que reparte  pizzas atropella a un joven. La arquitecta se asoma a la ventana. Ve el suceso.

Pero el capítulo evoluciona de una forma sensacionalmente tenebrosa. La victima del atropello demanda a la empresa de las pizzas.  La investigadora del seguro decide emitir un informe para ver si puede determinar quién es el culpable y cuantificar la indemnización. Busca testigos y, gracias a una nueva tecnología, accede a sus recuerdos de la noche de autos. Pero, ¿qué pasará cuando llegue a visitar a la arquitecta?, ¿ qué dirá su cerebro sobre lo que hizo?
Por lo demás, el resto de capítulos no están mal, pero no me han impactado tanto como los dos anteriores. Me gustaría conocer vuestra opinión: ¿qué capítulo os ha gustado más?






lunes, 15 de enero de 2018

Sigue siendo importante la marca personal en Internet (y fuera)

Tenemos más recursos que nunca para poder gestionar la información. Las redes sociales se han convertido en un hervidero de contenidos  que, una vez sabemos cribar con tenacidad, pueden sernos muy útiles. Existen blogs donde poder escribir sobre nuestros intereses y páginas en las redes para construir una estrategia de difusión de contenidos relacionados con lo que nos inquiete. Pero todavía al día de hoy hay personas que no quieren ver este potencial y se centran solo en buscar ofertas de trabajo por internet o compartir todo lo que se les ocurre sin darse cuenta de que, en muchas ocasiones, se están perjudicando profesionalmente.

¿Es lógico no aprovechar los recursos que tenemos para generar un buen currículum en línea? Recuerdo una vez que una empresa estaba interesada en mis servicios profesionales como gestor de redes sociales y me pidió que le enviara el CV. Yo le pasé el enlace de mi LinkedIn y a mi blog. Si quieres alguien que gestione redes, aquí está mi trabajo. Pero indistintamente de la profesión que sea, el escaparate 2.0 es básico. ¿Cómo resumirlo todo en solo un folio? Cuando llevas años de formación y trabajo a cuestas se convierte en una tarea prácticamente imposible.

Un blog, y una buena política a la hora de compartir contenidos en las redes sociales, significa que construyes una identidad digital alrededor de tu perfil profesional y, gracias a eso, tu proyecto se irá haciendo cada vez más conocido. Si de camino ejerces el networking, sales a la calle y te mueves, ese valor añadido te acompañará y las herramientas que utilices para gestionar tu espacio en la red luego te serán muy útiles en las tareas profesionales que desarrolles. No te preocupes si te encuentras con personas que todavía no le dan el valor que tiene al mundo social media. Tarde o temprano despertarán -se verán obligados a hacerlo-  y el hecho de estar bien posicionado es una victoria de por sí.

Lo que ocurre es que todo esto conlleva un esfuerzo y una inversión de tiempo para recoger frutos que no son inmediatos. En la sociedad acelerada en la que vivimos, se quiere todo para hoy y un buen proyecto profesional y esa dichosa marca personal es algo que se construye con tiempo y esfuerzo.

Ser un referente en tu sector es importante. Con la competencia que hay, diferenciarse es cada vez más esencial. Además, tener un blog, como he dicho hasta la saciedad, te presenta ante las empresas como alguien con iniciativa, como una persona a la que le gusta desarrollar sus propios proyectos y que pone ganas en lo que le apasiona.

Lecturas


domingo, 7 de enero de 2018

Datos paro registrado 2017



Leo en la prensa lo siguiente: “El total de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo (antiguo Inem) se situó al finalizar diciembre de 2017 en 3,41 millones de personas, tras bajar en 290.193 personas desempleadas en el conjunto del año (-7,84%). Así, 2017 suma un quinto descenso anual consecutivo, aunque con una bajada inferior a la alcanzada en los dos años anteriores.”

“Por otro lado, la Seguridad Social ganó 611.146 afiliados en 2017, el mejor resultado desde 2005. El total de ocupados se situó al finalizar el ejercicio en 18.460.201 afiliados, el segundo mejor dato de ocupados desde diciembre de 2008 (la mayor cifra se registró en julio de 2017, con 18.489.329 afiliados).”

Es una buena noticia, es evidente, el hecho de que el paro disminuya. Si a lo largo del 2017 bajó cerca de un 8%, debemos ser optimistas y pensar que podemos seguir reduciendo estas cifras este 2018. Lo que ocurre es que el tipo de empleo que se crea todavía no nos permite ver la luz al final del túnel. La temporalidad es exagerada y los sueldos no están al nivel que deberían para poder afianzar la recuperación y mejorar el nivel de vida de los ciudadanos. El año pasado se firmaron  1.652.016 contratos, de los cuales 1.520.949 (el 92%) fueron temporales, mientras que 131.067 eran indefinidos. El mercado laboral español todavía no da signos de afianzar la recuperación.

Pero también es cierto que, conforme baje el desempleo, los sueldos no tendrán otro camino que el ascendente o, por lo menos, ese es el mantra que nos están trasmitiendo desde múltiples partes. Pero, ¿cuándo llegará eso? A pesar de que se plantea una subida del salario mínimo en España, no es menos cierto que la subida de la luz, el gas y otros gastos deja dicha subida en agua de borrajas.

Siguiendo con los datos del paro, si nos fijamos en los sectores económicos, el escenario es el siguiente: “por sectores económicos, el paro registrado disminuyó en 2017 en todos los sectores: especialmente en Construcción (-16,42%) e Industria (-11,29%), seguido de Agricultura (-8,42%) y Servicios (-6,14%).” ¿La construcción el principal sector de bajada de desempleo? Pues sí, parece que nuestro buque insignia se está recuperando. Esperemos que no sea para generar una nueva burbuja.




sábado, 6 de enero de 2018

jueves, 4 de enero de 2018

Análisis del capítulo de Black Mirror “Caída en picado” (tercera temporada)


Black Mirror es una serie que me encanta y muchos son los capítulos que te dejan pensando y que fácilmente podrían ser usados en cualquier cine fórum que se precie. No obstante, hoy me gustaría hablar de “Caída en Picado”. Iré analizando más capítulos próximamente, porque el debate que suscita esa serie me parece muy útil de cara a analizar la sociedad tecnológica en la que vivimos.

Existe un mundo futurista en el que todos están obsesionados con conseguir una buena puntuación en las redes sociales. No, no es en Instagram, pero se parece. La nota máxima es cinco estrellas y a partir de 4,5 eres, digamos, un fenómeno. Mejores trabajos, descuentos a la hora de comprar un piso, invitaciones por doquier a todo tipo de celebraciones, prioridad a la hora de recibir un tratamiento médico importante… En fin, que te conviertes en parte de la aristocracia social del momento. Las puntuaciones dependen de muchas cosas: caer simpático, ser un buen profesional o simplemente que la foto de tu pastelito junto con tu café les guste a aquellas personas que no tienen otra cosa que hacer que ver pastelitos y cafelitos a través de su móvil. Por otro lado, caer por debajo de cuatro -de tres, ya no digamos- te condena al ostracismo; eres una persona poco de fiar, un delincuente aunque seas honrado y cumplas con la ley, un marginado, un apestoso individuo del que todo el mundo quiere huir. Las puntuaciones negativas no solo son producto de que no lo hagas bien, simplemente caes antipático en ese momento y una cosa lleva a la otra. Cuando te das cuenta, estás outside.

En este universo en el que todos se puntúan, las risas falsas, las sobreactuaciones, la obsesión por caer bien llegan hasta límites que rozan lo absurdo. La protagonista, en su empeño  por triunfar, llega a convertirse en una auténtica paranoica. Todo se circunscribe a obtener esa ansiada puntuación y la pérdida de contacto con la realidad la hace más y más susceptible ante cualquier adversidad de camino a su ansiado objetivo: tener más de 4,5 puntos.  

Me gusta mucho este episodio porque lo veo muy cercano. Toda esa gente colgando constantemente fotografías de cualquier chorrada con tal de encontrar miles de likes, persiguiendo los “me gusta” como si de un adicto a la droga en busca de su dosis se tratara. Pero, realmente, ¿son felices y lo comparten o solo son “felices” si demuestran que lo son? ¿Es más importante ser feliz o parecerlo? Sí, estamos ante un trabalenguas, pero a veces da la sensación de que de lo que se trata es de generar envidia y de estar constantemente compartiendo un contenido de tipo personal no vaya a ser que alguien se olvide de que existimos. Se intenta proyectar una imagen que seguramente no es la real, construyendo dos vidas: la ordinaria, del trabajo, comer, dormir y afrontar las penalidades de la vida; y, por otra parte, ese intento constante de buscar el reconocimiento efímero en las redes simplemente por colgar imágenes de nosotros mismos.

Pero lo peor de esto es que este capítulo se está tornando más real de lo que puede parecer. En China ya existe una aplicación que genera distintas puntuaciones. Según podemos leer en laprensa, “el gigante asiático está probando un sistema para medir la buena ciudadanía de sus millones de habitantes. Amparado bajo el paraguas de experimento social (sí, como Gran Hermano), la aplicación Zhima Credit utilizará el Big Data de los ciudadanos para otorgar a cada uno un rating de crédito que iría del 350 al 950. 

“Por ejemplo, quienes tengan mayor puntuación, no necesitarán dejar depósito en hoteles, puntos de alquiler de vehículos u otros servicios similares. Al ser buenos ciudadanos, se les presupone un civismo que perderán si no cumplen. 
Todo lo contrario le pasará a quienes tengan una puntuación baja. No sólo tendrán que pagar más depósitos, sino que se quedarán sin servicio en caso de no haber suficiente servicio para todos.”
¿Habéis visto este capítulo? ¿Cuál es vuestra opinión? ¿Os perece correcto el experimento chino?


Diez obras de teatro que no me canso de recomendar

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