
He escuchado en varios foros o leído, según se mire, a gente que considera que el movimiento 15M debería crear un partido político para así canalizar mejor sus propuestas. El sistema se cambia desde dentro, esbozan estas opiniones. Yo considero que no debería crearse ningún partido, puesto que la fuerza que tiene este movimiento es precisamente su heterogeneidad y el abarcar distintas sensibilidades en torno a unos mínimos (mínimos, por cierto, con los que simpatiza una mayoría de la población). Pienso que debería de seguir siendo un “Grupo de presión”. El concepto de grupo de presión se utiliza mucho en la Ciencia Política y me parece vital analizar algunas ideas aquí para demostrarles que se puede hacer política sin presentarse con ningún partido. Vayamos por partes:
Un grupo de interés sería una asociación de personas o instituciones que defienden un interés propio. Por ejemplo: una asociación de vecinos, deportiva, religiosa, empresarial… Cualquiera que nos imaginemos. Cuando este grupo de interés decide influir en las instituciones públicas, o sea, en la política a favor de esos intereses, se considera que este grupo de interés es un “Grupo de presión”. Los grupos de presión están muy extendidos y el ejemplo más visual lo vemos en EEUU, donde su influencia se basa principalmente en aportar dinero a determinadas campañas. Por lo general, los grupos de presión tienen mala prensa, se ven como una minoría no democrática que defienden tan sólo los intereses de la Elite. Sin embargo, no siempre es así, aunque la balanza casi siempre se decanta por los poderosos.
A los grupos de presión también se les llama “Lobby”. Etimológicamente, “Lobby” significa entrada a un edificio y, concretamente, es la entrada al parlamento británico, donde las personas se acercan a los políticos para intentar influenciarlos. Los Lobby no se presentan a las elecciones, pero influyen.
Todo grupo de presión es un grupo de interés. Los sindicatos y la iglesia hacen política, pero no se presentan a las elecciones. Nadie les pide que funden un partido, sino que funcionen bien. Un sindicato tiene herramientas para influir en la política, por ejemplo, con la Huelga general; y un grupo empresarial tiene otras, por ejemplo, los medios de comunicación que sean de su propiedad. Ambos grupos defienden unos intereses: los de los trabajadores, uno y la de los empresarios, el otro. En estos casos, la unión hace la fuerza.
El poder es algo poliédrico en el que todo el mundo quiere influir y el mayor grupo de presión que hay es la ciudadanía. Lo que pasa es que mientras los Lobby empresariales y financieros tienen claros sus intereses y se mantienen unidos, en la ciudadanía en general, clases populares me refiero, siempre hay una tendencia a tirar cada uno por un lado, porque parece que mucha gente pretende defender un único modelo de actuación y se olvida de que la fuerza es ejercer como grupo.
He aquí la primera entrega de cómo se puede influir en el poder sin presentarse a las elecciones.