La pérdida de popularidad del bipartito PSOE-PP, incrementado
hasta límites insoportables con la crisis económica, parece vislumbrar un
panorama político interesante de cara a futuras elecciones. Podemos, laformación liderada por el politólogo Pablo Iglesias, sigue consolidándose ante
los electores como una opción de futuro, dándole las encuestas al día de hoy
una tercera posición en número de votos en el tablero de partidos español.
Esto, sumado al espacio que tendría Izquierda Unida y otras posibles
candidaturas, puede significar la creación de un “frente” que compita cara a
cara con el PP, incluso que termine por desplazar al PSOE. No digo que ocurra,
pero no nos olvidemos de que cuando el hastío político se arraiga tanto en una
sociedad, las posibilidades de cambio se multiplican. ¿Estarán los miembros de
dichas formaciones dispuestos a sumar fuerzas?
Es importante, como se puede ver en esta encuesta, tener en
cuenta el componente generacional que, poco a poco, empieza a alejarse de los
partidos de siempre.
¿Irrumpe el miedo a posibles cambios en España? ¿Las
reformas estructurales basadas en recortes y precarización pueden suponer un
aliciente para formaciones alternativas? ¿Son los casos de corrupción,
vergonzantes y vergonzosos, otro aspecto que abre posibilidades para romper
décadas de bipartidismo? Mi respuesta a estas preguntas es: probablemente, sí.
Las elecciones municipales son un escenario a tener muy en cuenta.
El Partido Popular pretende cambiar la ley electoral para que la lista más
votada sea directamente la encargada de gobernar el ayuntamiento -eligiendo así
la ciudadanía a los alcaldes-, bloqueando la posibilidad de que la mayoría, o
sea, el resto de partidos, en caso de que nadie saque mayoría absoluta, pueda
pactar y configurar un nuevo gobierno. La excusa para cambiar las reglas del
juego a mitad del partido no es otra que la corrupción ligada al urbanismo y al
gobierno local, tan propicio al transfuguismo y otros espectáculos. Pero en
serio, ¿alguien se cree que ésta sea la primera causa?
No, nadie se la cree. Es el miedo del PP a perder grandes cuotas
de poder, si atendemos a las últimas encuestas, el que está motivando que, con
demasiada prisa, se pretenda reformar la ley electoral unos meses antes de los
comicios. Además, ni siquiera se ha explicado la reforma. Se lleva todo como les
gusta a muchos políticos, con oscuridad y falta de trasparencia, formas de
hacer política que, gracias a Internet y a la nueva concienciación ciudadana,
deberán pasar a la historia.
Y es que, en
política, perder poder supone un duro golpe para un partido, que puede pasar de
un día para otro de gobernar a estar en la oposición durante mucho tiempo.
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