No soy
muy melómano, pero para este verano tenía programado acudir a un festival de música
en Salobreña, Granada, llamado “Mona Fest”. Pues resulta que para una vez que
me animo, cancelan el evento debido a “no haberalcanzado el objetivo económico”.
Había
gente que tenía reservas de hoteles, trenes o autobuses, días pedidos en el
trabajo y otras decisiones supeditadas a acudir sin falta a lo que se prometía como
tres días de música al aire libre, con acampada a pie de playa y alguna que
otra actividad integrada en una oferta de ocio global. Total, un desastre.
La
noticia sobre la cancelación se presentó sin aviso el sábado 16 de agosto,
cinco días antes del inicio. ¿No se
dieron cuenta antes de que no se alcanzarían ventas de entradas suficientes como
para tirar para adelante? No lo sé, pero es evidente que la fama de la
organización queda por los suelos, porque todos sabemos que un evento, en su
primera edición, es algo que no tiene ni de lejos el éxito asegurado. Sin
embargo, si el festival gusta a los presentes, el boca a boca puede ser lo que
lo eleve a acontecimiento perenne y cita obligada en veranos posteriores.
Yo me
pregunto si no hay burbuja de festivales y conciertos en verano y, más aún, si
el Mona Fest no era algo cuyo precio podía considerarse elevado -30 euros la entrada
diaria y 60 el abono de tres días con acampada- para ser un cartel que no
contaba con esas estrellas musicales que arrastran a tanta gente. No sé, como
os decía no soy un entendido en esto, pero sí sé que algunos nos hemos quedado chafados.
Mi experiencia
en la organización de eventos no abarca
la música, pero en jornadas y conferencias, que es en lo que he participado, sé
de la dificultad para coordinar actividades, conseguir participantes y un largo
etétera de problemas que van surgiendo cuando quieres que salga todo perfecto.
No obstante, lo que no se hace, nunca, incluso sabiendo que puede ser un
fracaso, es dejar a la gente tirada y suspender el acto, porque la fama que
sale de eso puede ser nefasta. Pero, por otro lado, supongo que la organización
del festival tampoco podría quedarse con una deuda enorme.
¿Demasiado ambicioso?
¿No hubiera sido mejor menos días y algo más austero con la idea de que, pasase
lo que pasase, pudiera celebrarse el festival? Y otra pregunta: ¿deben las
administraciones públicas implicarse más con estos eventos? En resumidas cuentas, este tipo de
actividades suelen atraer bastante gente dispuesta a dejarse el dinero en
hoteles, tiendas y bares.
Tendré
que esperar hasta el verano que viene para intentar acudir a otro festival.
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