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La reputación online siempre ha sido importante de cara a construir
un perfil profesional, pero, tras
leer este artículo de Dans, me atrevería a decir que es más fundamental aún.
Los algoritmos tendrán en cuenta toda nuestra huella
digital, pero la incertidumbre se crea cuando analizamos la huella digital de
años, incluso de la época en la que jóvenes menores de edad participan en las
redes. El ejemplo que se pone en el artículo es de una herramienta que busca
información de candidatas que quieren trabajar como babysitter. Si unos padres van a meter a alguien a cuidar de su
hijo, es importante saber quién es. Antiguamente las referencias procedían de amigos y familiares, pero ahora quizás sea mejor
ver qué pone en Instagram, Facebook, etc., y descartar que cualquier majara se
quede a cargo de unos pequeños.
Además, no aparecer en las redes sociales -sobre todo por
parte de generaciones que consideran que es mejor no estar ahí animados aún por
tiempos nostálgicos en los que no había casi ni Internet- puede ser contraproducente.
¿Qué me dice este candidato? ¿Por qué está tan oculto? ¿Pretende esconder algo?
¿Seguro que no utiliza Internet? ¿Es un desfasado o es su estrategia?
Dans lo deja claro:
“Algoritmos de este
tipo evidencian una cuestión que debería ser obvia, pero que no lo era para
muchos: lo que escribes en público en una red social es ni más ni menos que
eso, una publicación analizable por
cualquiera, que automáticamente pasa a definirte y, en muchos sentidos, a
etiquetarte. Si te dedicas a verter bilis contra todo lo que se mueve en una
red social, estás dejando claras cosas que van desde tus afinidades, fobias y
filias, hasta en muchos casos tus sesgos ideológicos o de otros tipos, o tu
actitud ante la vida. En determinados procesos de selección, ese conjunto de
características que revelas en función de tu participación pueden perfectamente
formar parte de las actitudes que la compañía que ofrece un puesto puede querer
analizar, y pueden, en algunos casos, dejarte fuera del proceso.”
A veces el ego se superpone a la prudencia y confundimos la
libertad de expresión con vomitar lo primero que se nos ocurre. Cada uno es
libre, pero vivimos en un mundo de consecuencias, y toda acción tiene una
reacción. Aunque seas un buen profesional, quizás esa empresa no está
interesada en tu perfil y te descarta por ser una persona violenta y
conflictiva en las redes sociales, porque es la imagen que estás proyectando. Somos
lo que proyectamos y, aunque creamos que no, la imagen que construimos en
Internet es lo que verá la gente.
En ocasiones hemos hablado sobre cómo es posible que las empresas
analicen el Facebook de los candidatos, cuando es LinkedIn la red de empleo por
antonomasia. La respuesta es sencilla: da más información. Así que cuidado, nuestro
CV no termina en un Word, sino que se configura a partir de mucha información,
casi toda vertida por nosotros mismos.
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