Se ha publicado un estudio del FMI que augura un incremento de los conflictos en un futuro cercano, alimentados por la crisis económica y social que la pandemia está provocando. El organismo internacional alerta sobre una realidad previa a la COVID-19 con "fracturas ya existentes en la sociedad: falta de protección social, desconfianza en las instituciones, percepción de incompetencia o corrupción de los gobiernos".
Además, como leemos, el informe habla sobre otras epidemias históricas y sus consecuencias, “como la plaga de Justiniano en el siglo VI, la peste negra del siglo XIV o la gripe española de 1918, ejemplos de epidemias con fuertes repercusiones sociales”.
En conclusión, el mercado laboral precario y la exclusión, más la ineficacia de los gobiernos para afrontar los distintos retos sociales, aumenta el descontento. No tiene que haber una relación directa entre el confinamiento, la mortalidad por el virus y las revueltas. Existían conflictos profundos que no estaban resueltos y solo faltaba una chispa para que todo explotara. Para el FMI, la desigualdad social es foco de inestabilidad, y esta última será mayor en aquellos países que entraron en la pandemia con sociedades menos cohesionadas.
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