domingo, 16 de diciembre de 2012

Agujeros

Artículo publicado en "Noticias de Almería"y "Almería 360º"

Recientemente hemos conocido que Bankia -el proyecto financiero auspiciado por Caja Madrid, entre otras entidades, y el antiguo ministro de economía Rodrigo Rato- prevé reducciones de sueldo del 40% y unos 5.000 despidos. Ésta es una noticia grave, claro está, pero lo peor es que esta entidad financiera ha recibido y recibirá muchos millones de euros de dinero público. El agujero es de unas dimensiones considerables.

Hace tiempo que se intenta desviar el foco de atención y exculpar a banqueros y políticos, porque evidentemente estos últimos también estaban en los consejos de administración de las cajas, y culpar a funcionarios, a la justicia, a las becas o a los médicos de la crisis. Que si usted se pone enfermo, tiene la culpa del déficit público, no el dinero constante que le damos a una banca que, debido al conocido lema “demasiado grande para caer”, ha asumido riesgos económicos que pagamos todos.

Por ahora, el dinero del rescate a las entidades bancarias nacionalizadas (Bankia, Catalunya Caixa, Novagalicia Banco y Banco de Valencia) y del conocido “banco malo” asciende a 39.500 millones de euros, cuyo primer tramo, según las fuentes consultadas, ya ha sido depositado por Europa en las arcas españolas. Esto sin contar lo que ya se les ha dado. Yo no sé a ustedes, pero estas son cifras tan exorbitadas que a mí no me entran en la cabeza. ¿Soluciones? Pues nada, la culpa es de las comunidades autónomas y de una administración atrofiada. Se confunde una necesaria reforma de la administración -que podía pasar por plantear la necesidad de, por ejemplo, eliminar el Senado (entre otras instituciones)- con los efectos de una crisis brutal, verdadera culpable de esta situación. El sector financiero se ha convertido en un agujero que succiona todos los recursos de una administración agónica. ¿Crisis financiera? ¿Crisis del modelo económico? ¿Crisis social? Pongámosle el nombre que queramos, pero, al fin y al cabo, una situación desagradable.

Supongamos que montamos un negocio y nos convertimos en un pequeño autónomo al que se le sube el IRPF y cuyos clientes tienen que pagar más IVA por consumir sus productos. Es una situación en la que asumimos unos riesgos. Si cerramos el negocio o finalizamos la actividad como autónomo, debido a la falta de liquidez o a que no nos pagan lo que nos deben, ni usted ni yo seremos rescatados. Es el riesgo del emprendedor. Y qué decir de unos desempleados que no pueden pagar una hipoteca y pierden su casa por un desahucio; tampoco serán más afortunados ante su trágica situación. En cambio, si es un alto ejecutivo que se dedica a hacer complejas operaciones económicas en las que sólo ve números, quiebra su banco y su institución debe ser rescatada con recursos que debían ponerse al servicio del crecimiento económico y, encima, para más inri, ni siquiera esos recursos inyectados hacen aumentar la liquidez para empresas y familias, este hombre (o mujer) no es un mal gestor, qué va. La culpa es del desempleado que no quiere trabajar. Me recuerda esto al joven que suspende todas las asignaturas y le compran una moto.

Que han fallado todos los mecanismos de control, empezando por el banco de España, ya es una realidad. Pero es que el antiguo gobernador del banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, quizás estaba más preocupado en opinar sobre la reforma laboral. Porque éste es el problema, que las autoridades políticas y económicas no se controlan entre ellas; los poderes no se vigilan, no se contrapesan. Estaban (y están) más pendientes de hablar de la inflexibilidad del mercado de trabajo, de lo caro que es el estado del bienestar y de los privilegios de los funcionarios o de lo poco productivos que son los asalariados; mientras, por otro lado, el agujero del sector financiero se hacía más y más grande y la burbuja pinchaba en nuestras caras. Por lo tanto, cuando la ciudadanía se aleja cada vez más de la política y su opinión sobre ella es nefasta, ¿de qué se sorprenden algunos?
Al leer la prensa todas las mañanas, espero, con un anhelo que roza en ocasiones la inocencia, que se cree de una vez una mesa de emergencia cuya primera prioridad sea luchar contra la lacra del paro. Como si de una guerra se tratara, o nos planteamos que 6 millones de desempleados nos sitúan en un estado de emergencia o iremos cada vez a peor.
¿Algún agujero más por salir?

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