Leo hace poco en la prensa lo siguiente: “según señala un
informe de la NSA filtrado a The Intercept, Rusia habría
intentado hackear las elecciones de EEUU. Para ello no
apuntó directamente a las máquinas de voto electrónico, sino a otros dos
objetivos: la compañía que desarrolla su software y los funcionarios que tienen
acceso a ellas.”
Por si no había sorpresa con la victoria de Trump, la
sospecha de “hackeo” puede añadir más leña al fuego y dar argumentos a los que
consideran que el triunfo del millonario es una inocentada que se alarga
demasiado. Yo no pienso igual; que gane el magnate responde a criterios sociológicos
muy determinados y son fruto de la crisis social que atraviesa todo un mundo
occidental azotado por vertiginosas transformaciones. Pero eso dará para
posteriores análisis.
Quizás podemos
preguntarnos cómo se hackean unas
elecciones. En España, al echar una papeleta cada cuatro años, puede parecernos
fantasioso que un hacker sea capaz de
modificar los resultados. No obstante, en EEUU, en algunos estados, se realiza
un voto electrónico a través de unas máquinas alojadas en los colegios
electorales. Si se es capaz de modificar el software que dinamiza tal cacharro,
¿por qué no se podrán alterar unos resultados modificando el censo o alterando
algunos criterios con consecuencias en los resultados finales? El alcance de
este ataque está por ver, pero no creo que sea el responsable de que el
presidente de EEUU sea el que es. Sin embargo, da para pensar.
El espionaje y la guerra están muy adentrados en el
ciberespacio desde hace mucho. Si puedes acceder a alguno de estos mapas que te enlazo, te darás cuenta de que vivimos una guerra mundial a través de la red. Cualquier
malware orientado a conseguir información privilegiada y sabotear a los
“adversarios” es tan bienvenido como antaño un misil más potente o la bomba
atómica para los aliados que combatían al nazismo. Si te adelantas a los que
consideras enemigos, tu posición será más fuerte. Pero, ¿por qué Rusia iba a hackear las elecciones? ¿Putín es más deClinton o de Trump? Qué pregunta, ¿no?
El reciente ataque del malware “Wannacry” nos alertó a todos
de que en informática no hay nada seguro. Hacer copias de seguridad,
descargarnos actualizaciones, utilizar antivirus… puede ayudarnos, pero, ¿lo
hace mucha gente? ¿Somos conscientes de que cualquier ámbito de nuestra vida
cotidiana está, en mayor o menor medida, comprometido por la tecnología? De la
misma forma que todos sabemos que hay que abrigarse cuando
hace frío, la formación relacionada con la seguridad y las vulnerabilidades de nuestros
sistemas informáticos debe ser obligatoria. No queda otra. Eso sí, esto
requiere un esfuerzo.
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