Leo lo siguiente en la prensa: “Facebook está pasando a la
acción contra las noticias falsas, y va a dar en un punto sensible de las
páginas que se alojan en la plataforma: su publicidad. Si los controles de la
compañía detectan la publicación de información potencialmente engañosa, la
página perderá la posibilidad de anunciarse.”
Me parece importante
esta medida, como cualquiera que se implemente en todas y cada una de las redes
sociales para detener bulos e informaciones engañosas. El hecho de que no
existan filtros en Internet no nos puede llevar a un mundo de información
descontrolada donde cualquier noticia coja viralidad, a pesar de ser falsa,
solo porque dice lo que algunos quieren escuchar. El caso de la victoria de Trump
está muy relacionado con esto; muchos se creían cualquier cosa con tal de
afirmar sus ideales.
Además, también hay
mucho fanático de la conspiración que, como si estuviera en el programa de Iker
Jiménez, cuestiona cualquier noticia y cualquier versión, a veces creando dudas
razonables, a veces lanzando razonamientos peregrinos propios de un lunático.
Se puede dudar de todo, desde el atentado del 11S hasta que Obama se carteaba
con Lucifer en su tiempo libre.
No obstante, existe una reflexión más profunda de lo que suponen
Internet y la circulación de informaciones y comentarios. No todo son noticias falsas,
también hay grandes verdades que circulan a la velocidad de la luz y que pueden
no gustar al poder. Analizaba recientemente Enrique Dans el hecho de que China prohibirá el anonimato en la red. Si vas
a escribir algo en un foro, es mejor saber quién eres. La excusa siempre es la
misma: para proteger la seguridad nacional. Pero es que en Occidente este tipo
de medidas se acabarán implementando también; si no, al tiempo. Ya sea por la
amenaza terrorista o por proteger a menores, o por cualquier asunto espinoso
más, el poder siempre ha intentado e intentará controlar la red. ¿Se conseguirá? ¿Está justificado que la
medida de China se desarrolle en Europa, por ejemplo, pero esta vez para
proteger nuestra Democracia?
Es cierto que el control de las redes sociales e Internet,
en un mundo globalizado, es una tarea titánica. Para detectar asuntos delictivos,
se necesita una supervisión a todos los niveles de una actividad que incumbe a
millones de personas. Pero, ¿dónde está el límite?
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