La situación que estamos viviendo en Cataluña es grave, muy
grave. El parlamento catalán, con un apoyo muy ajustado, declara un Referéndum –ilegal, según la Constitución
española-, que pretende preguntar a la sociedad catalana si quiere ser un país
independiente. La cuestión es peliaguda, puesto que nuestra Constitución
plantea que la unidad española es
inviolable. Con la ley en la mano y atendiendo a la razón de estado, que
una parte de un país se rebele desde sus instituciones es causa de conflicto
serio. El estado español no puede permitir esto, gobierne quien gobierne.
Romper un país es un proceso traumático y si el referéndum no es pactado, una
declaración unilateral de independencia puede llevarnos a un desastre.
No olvidemos la crisis profunda que
tenemos en España, resultado de la recesión económica y los innumerables casos
de corrupción política. El descontento de la gente ha sido canalizado de muchas
formas y todo apunta a que, en Cataluña, el independentismo está consiguiendo
dirigir ese malestar hacia “el estado español”. Yo soy español y no me
considero culpable -como muchos compatriotas- ni de la Gurtel, ni del 3%, ni del robo de Pujol, ni de los tesoreros del
PP, ni de la precariedad ni del paro.
El escenario es el que es y a estos problemas, sufridos por
la mayoría de la sociedad, muchos intentan darles su solución particular. Para
algunos es echar a Rajoy; para otros, buscar la anarquía o crear un país independiente.
Por otro lado, la policía cerrando imprentas y confiscando
papeletas nos plantea una situación un
tanto extraña. El referéndum es ilegal, pero, en la batalla de la imagen, creo
que los independentistas le están ganando al inmovilista de Rajoy. El
presidente del gobierno ha pretendido dejar que se pudra el asunto del
referéndum y se ha encontrado con el mayor problema institucional de la
historia de esta democracia que nació en 1978. Aunque apele solo a los jueces,
la Guardia Civil no podrá terminar con un problema político y una rebelión de
este calado: ¿van a detener a cientos de
miles de personas, entre los que hay profesores, bomberos, agricultores, estudiantes,
etc., por portar un trozo de papel? Lo veo complicado.
La situación está movilizando a gente que no es
independentista, pero a la que no le está gustando cómo se está intentando
resolver el asunto. Como si fuera una peonza, el problema gira y gira y yo
pregunto: si se hace algo ilegal, ¿cabe
una respuesta que no incluya la policial? No, pero la política tiene que jugar su papel.
Escucho que con los separatistas no se
puede dialogar. Pero claro, quizás si no dialogas con nadie, haces que haya
cada vez más independentistas.
Me pregunto si es que
a Rajoy no le interesa resolver este problema. Le puede venir bien
electoralmente en el resto de España.
Podemos admitir que la Constitución de 1978 se haya quedado
obsoleta, aunque todavía hay derechos no consolidados como el de la vivienda y
el trabajo. Quizá deberíamos intentar que se cumpla más en vez de pedir que se cambie
solo para que se ajuste a reivindicaciones patrióticas de cada lugar. Pero
todas las ideas democráticas son respetables.
Aprobar constituciones
con tantos artículos y difíciles de cambiar
es lo que tiene. En EEUU no tienen este problema, puesto que su Constitución es
un conjunto reducido de artículos y muchas enmiendas. Pero que nuestra Constitución
esté tan blindada responde al hecho de que, en la historia de España, todo el
que llegaba o bien aprobaba una constitución o una carta otorgada a su medida.
Y esto también es peligroso.
Cuando se firmó la Constitución actual se salía de una
dictadura de 40 años y se hizo lo que buenamente se pudo. Por eso ahora sería menester
cambiarla; no obstante, hay que reconocer que este régimen institucional
también ha conseguido grandes logros, entre los que cabe un grado de descentralización
altísimo –el estado franquista era puramente centralista- y el desarrollo de un sistema de libertades también importante, si atendemos
a cómo estábamos hace no muchas décadas. La democracia debe seguir evolucionando, tenemos
muchos problemas que resolver y un estado del bienestar que mejorar.
Si se quisiera cambiar
la carta magna para reconocer el derecho de Cataluña –o de otras comunidades
autónomas- a separarse, sería necesario entrar en un complicado proceso. A
saber:
Artículo 168.
1. Cuando se
propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Título
Preliminar, al Capítulo Segundo, Sección 1.ª del Título I, o al Título II, se
procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada
Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes.
2. Las Cámaras
elegidas deberán ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto
constitucional, que deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios de ambas
Cámaras.
3. Aprobada la
reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para su
ratificación.
Para entendernos, el artículo que habla de la unidad de
España se encuentra en el título preliminar. Es muy, pero que muy difícil, que se
pueda aprobar una reforma en la que el tema de la autodeterminación sea
aceptada por todos los españoles. Entonces,
¿qué camino nos queda?
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