España es un país en el que las desigualdades territoriales son evidentes. Hay dos tipos de divergencias: entre el Norte y el Sur; entre el
campo y la ciudad.
Como bien podemos leer en el artículo publicado en El Diario.es, “con
las excepciones de Madrid y Cataluña, donde varios municipios con más de
100.000 habitantes tienen rentas por debajo de la media de la comunidad,
en la mayoría de autonomías se sucede una regla: los más poblados siempre están
entre los que más ingresos declaran”. Por lo tanto, las ciudades acumulan
más riqueza, lo que se traduce en más empleo y más oportunidades. No es de
extrañar, porque una de las consecuencias de la Revolución Industrial fue el
éxodo masivo del campo a la ciudad. Que el ámbito rural se mantenga es un reto
para las administraciones.
No obstante, hay otro dato más
importante para entender este país, que es la desigualdad Norte-Sur,
estadística que también se puede ver cuando se analiza el desempleo1.
“La mayoría de los municipios de Extremadura, Andalucía y Murcia están
por debajo de la renta bruta media de los 2.932 municipios analizados. En
Madrid y Cataluña, casi todos por encima de esa media.” Si alguien tiene la
inclinación de hablar de economía sumergida, le doy la razón, puesto que puede
existir y debe combatirse. Pero este asunto debe analizarse con rigor y conocer
si lo que arroja la Agencia Tributaria se acerca a la realidad exacta. También hay empresas en todos los
territorios que pueden evadir impuestos; si analizamos el dinero opaco para el Estado, debemos
analizarlos y buscarlos en todos los sectores, no solo en un desempleado del sur de España.
Hay una reflexión que se pueden
derivar de estas cifras. La primera, que una zona a todas luces rica como Cataluña
se quiera independizar, o acuse a España de robarle, nos debe hacer sospechar.
Es evidente que las rentas más elevadas son las que más aportan, pero esto
entra dentro de la lógica de un estado con un sistema fiscal que debe ser
progresivo. Si gano mucho y me quiero independizar para no pagar un impuesto,
eso tiene un nombre; pero si es un conjunto de ciudadanos más o menos amplio de
un territorio, le damos otro e incluso lo justificamos desde sectores
progresistas.
¿Cómo combatir estas desigualdades?
Esa es la pregunta clave cuya respuesta debería ser el principal debate entre
las fuerzas políticas de este país.
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