La velocidad a la que se imprimen los cambios tecnológicos
nos hace cada vez más inmunes al asombro. Como si estuviéramos en el mar y, de
golpe, una ola nos tumbara, no somos conscientes de lo que nos ha ocurrido hasta
que no nos limpiamos de agua los ojos y miramos, atónitos, hacia todas las
direcciones preguntando: ¿Qué demonios ha pasado?
En la actualidad, muchas son las voces que hablan de cuarta revolución industrial o, como también se define, Industria 4.0. Para llegar a
este cambio, que promete ser de dimensiones colosales, es bueno repasar las
tres revoluciones industriales anteriores para ver por dónde vamos.
- Primera Revolución industrial: Tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña, y se extendió unas décadas después a gran parte de Europa occidental y Norteamérica (Wikipedia). Desde el punto de vista tecnológico se comienza la producción mecanizada y la locomotora, impulsada por la energía producida por la combustión del carbón. Lo más característico del tren es que permitió acortar las distancias y el tiempo de los desplazamientos. Las consecuencias sociales fueron: explosión demográfica, éxodo del campo a la ciudad, la creación de nuevas clases sociales como la burguesía y el proletariado y un largo etcétera de cambios y transformaciones profundas.
- Segunda Revolución Industrial: Según podemos leer en la Wikipedia, “El término de Segunda Revolución Industrial designa el conjunto de transformaciones socioeconómicas interrelacionadas que se produjeron aproximadamente entre 1850 hasta 1870 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914. Durante este periodo los cambios se aceleraron fuertemente. El proceso de industrialización cambió su naturaleza y el crecimiento económico varió de modelo. Los cambios técnicos siguieron ocupando una posición central, junto a los ocurridos en los mercados, en su tamaño y estructura. Las innovaciones técnicas concentradas esencialmente, en nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo o la electricidad; nuevos materiales y nuevos sistemas de transporte (avión y automóvil) y comunicación (teléfono y radio) indujeron transformaciones en cadena que afectaron al factor trabajo y al sistema educativo y científico; al tamaño y gestión de las empresas, a la forma de organización del trabajo, al consumo, hasta desembocar también en la política”.
- Hasta ahora las dos revoluciones precedentes sustituían trabajo humano repetitivo y físico. Una vez aparece Internet, nos encontramos con una tercera revolución industrial, caracterizada por el inicio y el desarrollo de las tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Nos adentramos en la sociedad red, tal y como describe Manuel Castells.
La Cuarta Revolución
industrial traería en su seno una serie de factores en desarrollo, algunos de los
cuales paso a exponer:
- Inteligencia Artificial: Cuando decimos a nuestro móvil “Ok, Google” o utilizamos Siri o Cortana, estamos utilizando Inteligencia Artificial. Cuanto más aprende la red, a través de la cantidad inmensa de datos que le proporcionamos, más inteligente será y más actividades, antes reservadas a los humanos, podrá desarrollar.
- Internet de las cosas (IoT): Que cualquier elemento de nuestra vida cotidiana, desde la nevera hasta el coche, pasando por el retrete, el libro electrónico, la televisión o vaya usted a saber, esté conectado a la red, provocará más pronto que tarde que Internet nos proporciones una información y una ayuda netamente personalizada. La red nos conocerá mejor que nosotros mismos.
- Los sistemas ciberfísicos: Inteligencia artificial llevada al ámbito de la industria, en la que se pretende que las fábricas dependan cada vez menos de la mano humana.
Hay elementos también importantes dentro de esta revolución,
como son el Big Data o la impresora 3D. Pero no podemos olvidar la evolución en
cuestiones biotecnológicas y genéticas, que pueden plantearnos un futuro en el
que el ser Humano deje de ser lo que hasta ahora ha sido.
Los retos que presentan estos cambios son varios. Primero, nos enfrentamos a un cambio radical en el mercado de trabajo, por lo que la Brecha Digital
adquiere un nivel de problema social importante. Quién no vaya adquiriendo
competencias digitales se queda fuera de multitud de oportunidades, pero
también se aleja del disfrute de una ciudadanía plena. Si una minoría aprovecha
todo el potencial de la tecnología excluyendo a una mayoría es posible que tengamos profundas
desigualdades cuyos resultados pueden ser convulsos e impredecibles.
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