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La opinión pública y la democracia van de la mano. Los
medios de comunicación de masas ya lo saben. Lo que ocurre es que, hoy en día, en
las redes sociales, toda información circula demasiado rápido y a veces no
diferenciamos bien lo que es real de lo que es inventado. Antes tampoco, pero
había más filtros y cualquiera no podía colarla tan fácil. Manipulación de la opinión pública siempre ha existido,
y es quizás ahora cuando más repartido está el poder de la comunicación,
pudiéndose crear plataformas en internet a un coste muy inferior de lo que valía
una imprenta de antaño necesaria para crear un periódico.
Lo negativo circula más rápido que lo positivo y las
noticias falsas, que suelen apelar a los sentimientos más primarios, se
propagan a un ritmo mayor que la verdad. Vivir en un constante enfado colectivo
hacia todo bicho viviente termina creando estados de opinión en los que el
debate reflexivo no cala, no arraiga, sustituido por el ruido y la furia. ¿Qué
pasa con nuestra identidad digital si nos dejamos llevar por la algarabía?
No creamos que la gente solo opina en redes. Opinar también puede
desembocar en una una mayor actuación. Las
redes, en caso de que las movilizaciones sean prodemocráticas y ayuden a que la
gente se vuelque con su comunidad, benefician. Pero claro, ¿qué ocurre si las
noticias que impulsan al público no son reales? ¿Y si simplemente la gente
grita pero no hace nada?
Por ejemplo, Facebook sigue dándole vueltas a la cabeza en relación a su falta de control de bulos y
otros pecados. Lo último es intentar que sean los usuarios los que determinen la verosimilitud de cada noticia. Tal
y como establece Dans:
“Las preguntas son inmediatas: ¿podemos fiarnos de la opinión de los usuarios de una red a la
hora de decidir qué fuentes son fiables y cuáles no? La pregunta es la
misma que suele utilizarse a la hora de criticar la democracia como sistema:
¿por qué los votos de determinadas personas valen tanto como los de otras? ¿Qué
ocurre en una red de más dos mil millones de usuarios cuando, por ejemplo,
todos los lectores de una fuente abiertamente sensacionalista, ferozmente
sesgada o fuertemente polémica es artificialmente considerada por todos sus
lectores habituales como la más fiable? Después de todo, los diarios
sensacionalistas están entre los más populares en muchos países, lo que indica
que, obviamente, tienen un público, algo que seguramente forma parte de la
condición humana.”
Si vamos a un espacio en el que la red será un escenario primordial
para mejorar la democracia, más vale que solucionemos el problema de las
fuentes de información falsas. Pero ante esto, repito, solo cabe la formación.
Aunque en ocasiones es más importante encontrar noticias que reafirmen mis
prejuicios que buscar la verdad.
Artículos de interés:
Creo que la educación de la persona juega un papel fundamental; el sentido crítico y el debate, que han desaparecido de nuestro sistema educativo, son herramientas básicas para poder discriminar noticias sin contrastar, falacias y mentiras en general. Pero claro, no interesa una población educada y crítica; interesa una pooblación borrega y fácil de manipular. Gran artículo, Héctor, muchísimas gracias
ResponderEliminarGracias, Pepe!
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