Soy Héctor Jerez, Politólogo 2.0 y orientador laboral especializado en competencias digitales para el empleo.
viernes, 18 de noviembre de 2011
LA IMPORTANCIA DE LA COHESIÓN SOCIAL
Está siendo muy cuestionado el llamado “Estado del bienestar”. Según los cálculos matemáticos de algunos, no es viable. Pero quizás convendría apuntar también que lo que no es viable económicamente ahora, lo puede ser socialmente, repercutiendo en el progreso y la cohesión social de un país.
El Estado del bienestar ha sido fruto no sólo de reivindicaciones de los movimientos sociales, sino de una lección aprendida por todos de que sin cohesión social, sin unos mínimos de subsistencia, la violencia y la guerra están servidas. Tras los felices años 20 y el “crash” del 29, encontramos unos años 30 en los que la crisis fue apocalíptica. En Europa, una Alemania muy endeudada por su derrota en la I Guerra Mundial, entró en una espiral de paro e hiperinflación. Ésta última, debida a que la república de Weimar decidió darle a la máquina de emitir dinero para pagar lo que debía, creando una estampa tan surrealista que provocaba que los precios de las cosas cambiaran varias veces en un mismo día y que los alemanes que tenían la suerte de seguir trabajando, cobraran su salario en una moneda tan devaluada que, en muchas ocasiones, necesitaban una carretilla para cargarlo. La mayoría de la población entendió que para salir de la crisis necesitaba apoyar a partidos con ideología de corte totalitario (nazismo, fascismo). El desenlace de tales apoyos se materializó en una guerra con millones de muertos. Cuando se rompe la cohesión social, cuando la gente está desesperada, no se sabe cómo va a responder.
En EEUU, el “New Deal” de Roosevelt dio un giro de 180 grados a lo que había sido la filosofía fundamental del sistema económico-político del país norteamericano. Se creó un intervencionismo tan inusitado como necesario. El gobierno americano optó por medidas urgentes de corte social, programas de ayudas al trabajo y una reforma del sistema financiero.
Tras la II Guerra Mundial, no sólo se aprendió la lección postconflicto, sino que además el fantasma de la URSS y su revolución flotaban en el aire planetario. Lo que se conoce como el pacto social o pacto keynesiano, se basó en buscar una igualdad social través de políticas de estímulo al empleo y la creación de unos servicios sociales universales. ¿Por qué? Pues no fuera a ser que los obreros y desempleados se vieran atraídos por regímenes no capitalistas.
¿Qué pasa con la actual crisis? Una vez más, los gobiernos no están sabiendo responder. La sociedad se siente cada vez más desamparada y el fantasma del conflicto social vuelve a acechar Europa. Se cuestionan ahora las bases de esos pactos atendiendo a criterios de rentabilidad económica (pactos ferozmente atacados ya en los años 80 por los gobiernos de Reagan y Thatcher). Pagar por la sanidad, por la educación, perder los seguros sociales, culpar al desempleado de no querer trabajar, son ideas que parece que tienen cada vez más el apoyo de muchos votantes.
¿El final de todo esto? Se sabrá con el tiempo, pero la crisis ya lleva cuatro años y todavía no se ve luz al final del túnel.
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