Europa la ha emprendido contra las todo poderosas empresas tecnológicas. Y no es que Google o Facebook sean hermanitas de la caridad
ni yo pretenda defenderlas aquí, pero parece que es el proteccionismo europeo
el que justifica los ataques, más allá de las evidentes malas prácticas de
dichas corporaciones, como se ha visto en los casos denunciados por Snowden o
en actitudes claramente monopolísticas. Además, la evasión fiscal también es
una sombra larga que cubre el nombre de estas compañías y nuestra privacidad
hace tiempo que pasó a ser algo mercantilizado dentro de este circuito de
megacorporaciones.
Pero la cuestión no es esa. El dilema es que Europa no está
siendo capaz de crear grandes plataformas tecnológicas que compitan con EEUU.
Cada país miembro de la Unión es un mundo lleno de laberintos burocráticos y
diferente fiscalidad que pone muy difícil articular un mercado digital único
que pueda crear economías de escala. También es muy difícil, por ejemplo en
España, que tras la tasa Google y el
hecho de que tengamos que pagar por enlazar contenidos de terceros en la red,
haya alguna empresa tecnológica a la que se le ocurra afincarse en nuestro
país. Sería de locos, debido a los cambios constantes en el marco legal para mantener
determinadas estructuras de poder. La innovación supone cambios y hay gente que
vive muy bien sin que nada cambie.
Sancionar a Google porutilizar su motor de búsqueda para que beneficie a sus productos parece
complicado. ¿Realmente esta compañía impide que se abra el mercado a otras
empresas? ¿Estamos en Europa en condiciones para crear competencia tecnológica
de nivel? Si Google no ofrece un buen
servicio, ya seremos los internautas los que decidiremos cambiarnos. Está claro
que en Internet la fidelidad es algo que brilla por su ausencia y la velocidad
de adhesión a una marca o compañía puede
variar a velocidades lumínicas.
El estado debería
preocuparse porque no se vulneren los derechos de los usuarios, porque la red
siga siendo neutral y por fomentar la creación de empresas tecnológicas sin
poner trabas ni obstáculos. Lo demás es un cuento de no acabar, como el derecho
al olvido o la citada tasa Google. Además,
deberíamos plantearnos si nuestro futuro -hablo de España- pasa por cambiar el
modelo productivo a través de innovación y tecnología o no. Si elegimos este
camino, ya va siendo hora de ver Internet como un gran recurso y no como algo
propio de frikis que se descargan películas gratis. El poder tiene pánico a la
red porque supone un aumento del conocimiento y, por lo tanto, un incremento
del acceso a la información sin control de las élites de turno. Mientras nos gobiernen
ignorantes digitales con intereses oscuros, nuestro modelo productivo seguirá
supeditado a pelotazos urbanísticos y el turismo playero de toda la vida.
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