Hace poco escribí en mi muro de Facebook estas palabras tras
leer una entrevista en la que Luis Garicano afirmaba que cumplir con los
objetivos de déficit impuestos por Europa sería suicida para España:
“A la espera de la letra pequeña (el supuesto plan que
aprobará Europa y que justificaría una relajación el objetivo de déficit),
bastante de acuerdo con lo que dice Garicano sobre el déficit. Por lo tanto,
existe un consenso- más o menos- en España sobre el peligro de la austeridad y
la necesidad de reformas. Si las reformas van en un sentido o en otro es otro
dilema marcado por el debate ideológico, que es lo interesante en la política
tal y como yo la entiendo: análisis de la realidad, propuestas para la
discusión y medidas concretas. Si en la campaña hablabas de la necesidad de
flexibilizar los objetivos de déficit te crujían, a pesar de que las bajadas de
impuestos prometidas por algunos ortodoxos de la austeridad no permitían
cuadrar las cuentas. Bienvenidos al sentido común. Lo que dudo es que Europa
decida dejar de apretar. Nos esperan tiempos tensos de negociaciones".
Rajoy admitió que España se desvió unas décimas del objetivo
de déficit, pero es que regirse por la ortodoxia económica de la troika, bajar
impuestos y querer subir el gasto público en época electoral no casan bien. A los
que decíamos que era necesario negociar en Europa más flexibilidad, puesto que
las necesidades económicas y sociales en España obligan a implementar programas
–que tienen un coste-, simplemente nos ponían verdes. Que el gurú económico de
Ciudadanos ahora diga que necesitamos relajarnos con el déficit, me parece una
buena idea. Otra cosa, como comentaba con anterioridad, será el programa que se
debería aprobar.
Y es que es muy difícil bajar impuestos, reducir gastos,
cumplir con el déficit y mantener un estado del bienestar en condiciones. Este
es un gran reto, y es necesario plantear el debate en la sociedad para que la
gente sepa a qué nos enfrentamos. Si queremos sanidad y educación públicas
hacen falta ingresos. Para tener ingresos hacen falta impuestos, reducir la
economía sumergida, eliminar lo que se pueda el fraude fiscal y combatir los
paraísos fiscales. Eliminar gastos superfluos como coches oficiales o hacer
desaparecer duplicidades administrativas está bien, pero no es suficiente. Son
muchos miles de millones de euros lo que
cuestan los servicios públicos. No quiero decir que no haga falta buscar la
eficiencia del gasto. Para mí, un euro público es sagrado y se debería tratar
con el máximo rigor.
A la espera de que se forme gobierno, y mientras los medios
se centran en cuestiones amarillistas relacionadas con titiriteros y demás,
España se juega en Europa un recorte de cerca de 10.000 millones de euros. La
insensatez de Rajoy de bajar los impuestos antes de que se consolidara el
crecimiento y la creación de empleo nos supone esta desviación, por lo que, o
bien se sube la tasa impositiva o nos espera la tijera. ¿Dónde se recortará?.
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