Lo escribí hace tiempo mencionando a Michels: los partidos
políticos son organizaciones burocráticas
que tienden a ser controladas
por una minoría. Digo
esto porque me da la sensación de que todavía no somos conscientes de lo que
supone el poder y nos sorprende ver cómo los partidos -sobre todo sus
dirigentes- se agarran a él como buenamente pueden. Democracia, en teoría, significa
que no permitimos que el poder se concentre demasiado, por eso mismo existe la
división entre legislativo, ejecutivo y judicial, así como unos medios de comunicación
críticos o el deber ciudadano de ser personas activas, informadas y formadas en
política. Que nadie se ría, hablo en teoría, no de que ocurra eso.
Todos los actores políticos sin excepción son maquinarias
que quieren alcanzar el poder, lo cual es obvio, y su actividad siempre irá
encaminada hacia este objetivo. Pero, como en todo, quizá las estrategias para
gobernar puedan verse claramente marcadas por la necesidad de inmediatez y esto
supone un grave error.
El cese fulminante del secretario de organización de Podemos
por parte de Pablo Iglesias se encuadra en esta estrategia: todo lo que estorbe
para alcanzar poder está mal y si no dimites, te ceso. Las dimisiones en Madrid
por parte de nueve dirigentes abrieron una nueva crisis en la formación morada
de la que se ha acusado a su antiguo secretario de organización. No podemos
olvidar que Podemos es un fenómeno político que se está todavía gestando, pero
que, en mi opinión, necesita más tiempo para asentarse como proyecto. Una cosa
es que Iglesias y sus colaboradores estén preparados para ejercer labores de
gobierno (que habría que verlo pero que, a
priori, no pongo en duda) y otra es que su partido esté preparado para lo
que supone el desgaste del poder. Un partido político necesita una estructura
territorial fuerte, líderes locales con experiencia de gobierno -o en labores
de oposición- y una militancia unida alrededor un mismo proyecto.
Independientemente de las distintas corrientes y facciones
que tenga dicha organización (además de otros partidos que han ido coaligados,
tipo Compromís), a la hora de gobernar más vale cerrar filas. Todo es muy
difícil, sobre todo en la izquierda, cuya pluralidad a veces se ha entendido
por guerracivilismo. Podemos conecta con la crítica generalizada hacia todo lo
que hay en política, lo que no significa que sus propuestas, en caso de que se
lleven a cabo, sean defendidas de forma masiva por la población y explicadas
por los miembros del partido de una forma eficiente (además de ser las
correctas, claro está). Canalizar el descontento es importante, pero cumplir
las expectativas también.
¿Se puede ser asambleario y eficaz? Pues parece que no, y a
la vista está que Podemos está estructurado como un partido tradicional. No
obstante, la campaña mediática y de otras organizaciones contra Podemos también
está empezando a erosionar a la organización, máxime cuando se encuentra en
plena negociación para ver si apoya a Pedro Sánchez o no.
Y aquí entra el problema. ¿Gobernar en coalición o apoyar la
investidura y negociar cuestiones concretas? ¿Ir de nuevo a elecciones? Son
preguntas que están encima de la mesa. Para mí, ir de nuevo a elecciones es un
fracaso total. Es demostrar, como dice la alcaldesa de Madrid, que no se puede jugar con las cartas que te
han dado los ciudadanos a través de los votos. Además, no entiendo muy bien que
en Podemos esta sea una opción viable y pragmática, sobre todo a tenor de las
innumerable encuestas que reflejan que el escenario electoral seguirá tal y
como está ahora. No se puede permanecer toda la vida en época electoral, con
debates muy preparados y bonitos lemas. A veces se gobernará y a veces no, pero
siempre hay que dar la batalla en función de los votos recibidos.
Mi opinión es que se puede dejar gobernar a Sánchez y luego
hacer una oposición constructiva. Vienen tiempos difíciles para pactar con
Bruselas el déficit, abordar los distintos problemas sociales y económicos que
arrastramos y, sobre todo, para afrontar un futuro en nuestro mercado laboral
todavía lleno de incertidumbres. Con una buena oposición desde ya, Podemos
puede construir una buena y fuerte estructura que pivote alrededor de
propuestas concretas, tal y como pueden hacer, por cierto, el resto de partidos,
incluido el Partido Popular, aunque este también está sumergido en graves
problemas internos. Rajoy está políticamente acabado, como lo estaba Aguirre,
pero sigue en sus trece. La idea del PP de presentarse primero a la investidura
-llegando así a un acuerdo con Ciudadanos- hubiera sido más inteligente,
obligando así al PSOE sólo a contar con Podemos. Pero, claro, los populares no
contaban con que Ciudadanos prefiere cualquier otra cosa a repetir elecciones.
¿Realmente cogobernar
con el PSOE es una opción que beneficia a Podemos? Tengo mis dudas. Aunque es
verdad que el PSOE no quiere pactar con Iglesias un gobierno y acercarse a
Ciudadanos busca precisamente cerrar esa puerta, no quiere decir que no se
pueda llegar a acuerdos programáticos. ¿Hacia dónde irán Sánchez, Rivera y
Rajoy (en caso de que siga) cuando haya que negociar unos presupuestos? Aquí es
donde hay espacio para el debate ideológico y la controversia.
Como os decía y para ir concluyendo, parece que la
inmediatez no es buena aliada de la prudencia. Antes tenía claro que se
repetirían elecciones, ahora no.
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