“Deportaciones masivas,
vallas y alambradas, cárcel, cierre de fronteras, confiscaciones de bienes y
dinero, brazaletes distintivos y puertas marcadas... No, no se trata de la
Alemania de los años 30, sino de las políticas sobre refugiados adoptadas por
muchos países de Europa, la de los derechos y los valores, en 2015 y 2016. Uno
tras otro desde que se desató la actual crisis migratoria, la más grave desde
la segunda guerra mundial, distintos países del viejo continente han ido
endureciendo sus legislaciones en materia de inmigración y asilo, en lugar de
coordinarse y adoptar una política común.”
Parece mentira que en esta etapa tecnológicamente avanzada, con avances científicos sin parangón en la historia de la humanidad, un grupo de países de los más desarrollados del mundo, europeos todos, no sepan gestionar una crisis humanitaria a nivel mundial.
En 2015 más de un millón de refugiados llegó a Europa. Si no
hubiera guerra, no habrían tenido obligación de venir. Mientras tanto, en la
Europa del desempleo creciente y de la exclusión social enquistada, parece que
utilizar la cuestión migratoria puede dar réditos políticos. Pero es que hoy es
Siria la que está en Guerra (son “más de 260.000 los muertos y más de cuatro
millones los refugiados en los cinco años de este conflicto civil” ), no hace mucho el conflicto bélico lo
tuvimos en Europa y nada nos indica que no podamos entrar en otra época
convulsa, de nuevo, en el viejo continente. La historia se repite y nada está superado.
Gestionar la crisis de los refugiados no pasa por
criminalizarlos, ni abrir las fronteras sin control a todos los flujos
migratorios sin asegurar que las personas que vienen aquí no se vayan a ir
directamente a la pobreza. Pero la UE, con el poder económico y con el avance
que tiene en cuestiones sociales, no es capaz de entender a qué nos enfrentamos;
que, aunque subamos alambradas, el problema seguirá yendo a peor; que es
necesario coordinarse no sólo para recibir refugiados, sino para plantearnos
nuevas políticas de cooperación al desarrollo junto con otras que persigan el fin
de los conflictos bélicos. Lo demás es perder el tiempo. Lo utópico es pensar
que el problema migratorio y de los refugiados se va a solucionar solo. O que,
porque un grupo de ultras dé cuatro voces, se van asustar y dejarán de venir. O
que, porque gane Le Pen, el hambre dejará de movilizar a la gente necesitada.
No digamos tonterías, la necesidad mueve montañas y cuando no se tiene nada que
perder se planta uno en la Antártida en pantalones cortos.
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