Leo en la prensa que se facilita,
incluso suspendiendo alguna asignatura (pueden ser dos, que no sean Lengua Y
Matemáticas), que el alumno obtenga el título de la ESO. No se trata de ayudar
a través de refuerzos, es más fácil bajar el nivel para que todos consigan un
título que, a la postre, es claramente insuficiente para insertarse en un
mercado laboral cada vez más exigente. Es posible que mucha gente a la que
prácticamente se le ha regalado la ESO se lleve un chasco cuando quiera cursar
otros estudios superiores. ¿Solución? Quizás deberíamos seguir bajando el nivel
constantemente. Total, todo está en Internet.
No pretendo criticar medidas exactas
de LOMCE, sino el concepto, muy español, de que lo importante es tener el
título.
Si en España nos ofrecieran regalarnos el título universitario o, por
ejemplo, el título de inglés B2, muchos verían una oportunidad de oro. En mi
caso, vería una trampa mortal. No se
trata de títulos, se trata de adquirir unas competencias específicas que nos
permitan desarrollar una carrera profesional. Seguimos enrocados en un
mundo totalmente desfasado: el que prima la “titulitis”. Si no trabajas, está
bien que estudies; incluso trabajando hay que seguir formándose. Pero lo que no
podemos hacer es ir sumando “diplomas” sin pensar si nos valdrán.
Estoy algo cansado de ver cómo muchos, yo he estado entre
ellos, acumulamos cursos y certificados a tontas y a locas. Antes de formarnos
en cualquier academia, instituto o universidad, hemos de preguntarnos por la
calidad de esa enseñanza. ¿Va a servirme? ¿Qué aprenderé realmente? Si se baja
el nivel constantemente, perdemos todos, que nadie se engañe. Y es que la
igualdad de oportunidades es facilitar, mediante becas, apoyo escolar y acceso
al conocimiento, que la gente pueda
formarse en materias que le servirán en su día a día, tanto como ciudadanos o como
profesionales. Pero las cosas cuestan esfuerzo y, como decía, es más barato
regalar títulos, lo cual es demasiado cortoplacista, porque luego nos
encontramos con un porcentaje enorme de la población, sobre todo desempleados,
con poca cualificación.
En un país con el nivel de desempleo que tenemos, la
formación es clave. Pero una formación de calidad con una exigencia bidireccional:
exigencia al alumno de que se ponga las pilas y rinda, y exigencia a las
instituciones para que fomenten una formación de calidad y adecuada para la
inserción laboral. Está muy bien reivindicar derechos, pero también hay que
tener deberes y obligaciones para con programas que valen una pasta.
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