Durante año y medio fui
voluntario en Cruz Roja, concretamente, en un proyecto que lucha contra la
brecha digital y en el que, desde hace unos meses, trabajo como técnico. Llegué
al voluntariado desorientado, buscando información para un trabajo de campo que
utilizaría para mi trabajo fin de máster. Por si os preguntáis, el máster era
de análisis de Problemas Sociales y mi TFM versó sobre la brecha digital en la
búsqueda de empleo.
El voluntariado desarrolló en mí,
sin buscarlo, dos competencias profesionales que, por entonces, no tuve muy en
cuenta pero de las que ahora sí soy consciente:
- · Hablar en público.
- · Trabajar con distintos usuarios cuyas problemáticas son diversas.
También me permitió conocer contactos
profesionales gracias a multitud de charlas que di (esto, más que una
competencia, es una consecuencia). Evidentemente, las Soft Skills son las que más se desarrollan con este tipo de actividades, capacidades cada vez más importantes.
Mi labor como voluntario era
ayudar a que las personas adquirieran determinadas competencias relacionadas
con las TIC a través de lo que conocemos como acompañamientos (grupos reducidos
en los que cada usuario dispone de un dispositivo u ordenador) o a través de jornadas-charlas (grupos más
numerosos). Enseñaba un poco de todo: desde buscar empleo a través de Internet
hasta aprender a realizar determinados trámites, ya sea solicitar una vida
laboral o conseguir el certificado digital. Trabajar con tantos usuarios, entre
dos y cuatro horas a la semana, no me suponía un esfuerzo sobrehumano, y,
además, la retroalimentación era fascinante, porque la información que adquiría
para mi trabajo era increíble. Asimismo, había otro matiz importante: el agradecimiento de las personas.
Es
posible que en una sociedad donde parece que si no cobramos hasta por ir el
váter, el altruismo forme parte de aquellas actividades románticas
que todo el mundo rehúye hacer. Es una lástima, porque puede ser muy útil para
la vida profesional y personal de cualquiera.
Cuando aprendes a hacer algo que te gusta y te das cuenta de que ayudas
a alguien, tomas conciencia de que eres capaz de cambiar, aunque sea levemente,
la vida de una persona. Si atiendes a cien usuarios y diez, gracias a ti,
encuentran trabajo o resuelven un problema o hacen de su vida un sitio más
fácil, ¿no habrán merecido la pena esas dos horas semanales en las que a veces
no sabemos qué hacer? En fin, fue mi filosofía, y la sigue siendo. De hecho,
parte de la motivación que me lleva a mantener este blog es esa: aportar mi grano
de arena para ayudar a gente, de la misma forma que hay personas que me ayudan
creando tantísimo contenido que dejan desinteresadamente en la red. Si te
apasiona el conocimiento, compartirlo es un acto necesario y muy satisfactorio.
A veces, incluso revolucionario.
En ocasiones hablo con gente
sobre la falta de experiencia laboral o sobre la falta de formación o sobre la
falta de motivación o de misión en la vida. Siempre les aconsejo dos cosas:
hacerse un blog y probar con el voluntariado.
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