domingo, 2 de septiembre de 2018

Opiniones y redes sociales.



Si digo que la libertad de expresión es algo sustancial a la democracia, nadie me lo reprobaría. No obstante, ¿cuáles son los límites de ésta sobre todo en las redes sociales? ¿Amenazar y difamar es libertad de expresión?,  ¿y  emitir mentiras y bulos pseudocientíficos?, ¿ o difundir ideas extremistas? Creo que el tema es interesante, y ya escribió sobre este asunto Enrique Dans en su blog. Y es interesante porque dicho debate siempre ha existido, sobre todo cuando se ha permitido que existan partidos políticos que, supuestamente, aspiraban a destruir la democracia. Es necesario que una democracia permita, a través de canales pacíficos, la expresión de  todas las opciones políticas existentes.  Someter al control  de la opinión publica cualquier idea, para así, mediante la razón, poder vaciarlas de sus contenidos, es algo que puede fortalecer un sistema democrático.  Siempre y cuando prolifere la razón, ¿no?

Es posible que en una democracia, cuando prohíbes algo – hablo de ideas políticas-, lo haces más atractivo, porque generas la sensación de que el poder le tiene miedo porque ese algo tiene razón. Con las drogas pasa algo así, siendo peor el remedio que la enfermedad.  Se prohíbe para proteger, para eso se crean las leyes. Pero, ¿qué pasa cuando es imposible dialogar racionalmente contra los intolerantes? Y por cierto, ¿qué considero como intolerante?

Más que un artículo de opinión, este de hoy pretende ser una reflexión colectiva. Desde que las redes sociales se expandieron, continuamente somos testigos de insultos y refriegas, cuando no mensajes fomentadores de odio e ideas bastante perjudiciales. Si defiendo la libertad de expresión en todas sus esferas, una democracia no debería prohibir ninguna idea por muy peligrosa que pueda perecer, porque cada persona tendrá su propio concepto de peligroso. Como lo que se trata es de canalizar los conflictos que existan en una sociedad de forma pacífica, un sistema democrático no puede decir que ideas son buenas o malas de por sí. Teóricamente, claro.

Pero el debate toma otro matiz cuando es posible que la Tolerancia con la Intolerancia sea contraproducente.  Si utilizo Twitter para negar el Holocausto, ser racista y amenazar de muerte (entre otras cosas), somos conscientes de que esas ideas son peligrosas puesto que atentan contra otra base de la democracia: la convivencia pacífica de todos sus ciudadanos. Si le unimos la viralidad de las redes sociales y la falta de crítica de muchos a la hora de consumir información, tenemos un problema.  Porque la democracia es convivencia, igualdad ante la ley y, sobre todo, evitar el abuso de poder mediante elecciones, separación de poderes y derechos garantizados. Pero también  tenemos deberes ciudadanos, como puede ser el de mantener un mínimo de comportamiento cívico. Por lo menos un mínimo.

Internet ha servido de altavoz a todo tipo de teorías de la conspiración. Teorías que en cualquier debate serio serían fácilmente desmoronadas, pero que encuentran su público en aquellas personas escépticas que consideran que cualquier opinión  que venga de un medio oficial es una noticia manipulada. Pero, la pregunta básica -que no tiene una dictadura -, es: ¿debemos prohibir estas opiniones? Porque claro,  Facebook, Youtube y Twitter pueden tener buenas intenciones de cara a impedir en sus plataformas determinados comentarios e ideas, pero de ahí a una peligrosa censura tan solo puede haber un paso.

En fin,  ¿Cuál es el límite de la libertad de expresión sobre todo en esta época de redes sociales?
Os recomiendo este otro artículo de Dans sobre Interne como canal de difusión de ideas manipuladas, falsas y extrañas-


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