Si digo que la libertad de expresión es algo sustancial a la
democracia, nadie me lo reprobaría. No obstante, ¿cuáles son los límites de
ésta sobre todo en las redes sociales? ¿Amenazar y difamar es libertad de expresión?,
¿y emitir mentiras y bulos pseudocientíficos?, ¿ o
difundir ideas extremistas? Creo que el tema es interesante, y ya escribió
sobre este asunto Enrique Dans en su blog. Y
es interesante porque dicho debate siempre ha existido, sobre todo cuando se ha
permitido que existan partidos políticos que, supuestamente, aspiraban a
destruir la democracia. Es necesario que una democracia permita, a través de canales
pacíficos, la expresión de todas las opciones
políticas existentes. Someter al
control de la opinión publica cualquier
idea, para así, mediante la razón, poder vaciarlas de sus contenidos, es algo
que puede fortalecer un sistema democrático. Siempre y cuando prolifere la razón, ¿no?
Es posible que en una democracia, cuando prohíbes algo –
hablo de ideas políticas-, lo haces más atractivo, porque generas la sensación
de que el poder le tiene miedo porque ese algo tiene razón. Con las drogas pasa
algo así, siendo peor el remedio que la enfermedad. Se prohíbe para proteger, para eso se crean
las leyes. Pero, ¿qué pasa cuando es imposible dialogar racionalmente contra
los intolerantes? Y por cierto, ¿qué considero como intolerante?
Más que un artículo de opinión, este de hoy pretende ser una
reflexión colectiva. Desde que las redes sociales se expandieron, continuamente
somos testigos de insultos y refriegas, cuando no mensajes fomentadores de odio
e ideas bastante perjudiciales. Si defiendo la libertad de expresión en todas
sus esferas, una democracia no debería prohibir ninguna idea por muy peligrosa
que pueda perecer, porque cada persona tendrá su propio concepto de peligroso.
Como lo que se trata es de canalizar los conflictos que existan en una sociedad
de forma pacífica, un sistema democrático no puede decir que ideas son buenas o
malas de por sí. Teóricamente, claro.
Pero el debate toma otro matiz cuando es posible que la Tolerancia
con la Intolerancia sea contraproducente.
Si utilizo Twitter para negar el Holocausto, ser racista y amenazar de
muerte (entre otras cosas), somos conscientes de que esas ideas son peligrosas puesto que atentan
contra otra base de la democracia: la convivencia pacífica de todos sus
ciudadanos. Si le unimos la viralidad de las redes sociales y la falta de
crítica de muchos a la hora de consumir información, tenemos un problema. Porque la democracia es convivencia, igualdad
ante la ley y, sobre todo, evitar el abuso de poder mediante elecciones,
separación de poderes y derechos garantizados. Pero también tenemos deberes ciudadanos, como puede ser el
de mantener un mínimo de comportamiento cívico. Por lo menos un mínimo.
Internet ha servido de altavoz a todo tipo de teorías de la
conspiración. Teorías que en cualquier debate serio serían fácilmente desmoronadas,
pero que encuentran su público en aquellas personas escépticas que consideran
que cualquier opinión que venga de un
medio oficial es una noticia manipulada. Pero, la pregunta básica -que no tiene
una dictadura -, es: ¿debemos prohibir estas opiniones? Porque claro, Facebook,
Youtube y Twitter pueden tener buenas intenciones de cara a impedir en sus
plataformas determinados comentarios e ideas, pero de ahí a una peligrosa
censura tan solo puede haber un paso.
En fin, ¿Cuál es el
límite de la libertad de expresión sobre todo en esta época de redes sociales?
Os recomiendo este otro artículo de Dans sobre Interne como
canal de difusión de ideas manipuladas, falsas y extrañas-
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