Los datos de paro de este mes de agosto de 2018 no son
buenos, a pesar de que estamos acostumbrados a que casi nunca lo son por estas
fechas. Según
leemos en la prensa, “el paro sube en 47.047, el mayor aumento en un mes de agosto desde
2011. La cifra total de desempleados inscritos se sitúa en 3.182.068.” Pero
quizás el dato más preocupante es el relativo a los inscritos en la Seguridad
Social:
“Por su parte, la afiliación media a la Seguridad Social
alcanzó en agosto los 18.839.814 ocupados, tras descender en 202.996 personas
con respecto a julio, lo que supone un 1,07% menos. Este es el peor dato de
agosto desde 2008.”
Si seguimos confiando en financiar pensiones con
cotizaciones, entre las bajadas de inscritos y la precariedad, mal vamos. Pero
ese es otro debate. Sigamos con el paro.
Como podemos ver en la gráfica anterior, las tendencias son
similares en los distintos meses.
También es necesario analizar el desempleo por comunidades
autónomas:
Como podéis observar, las tres primeras son, de mayor a
menor, Andalucía (792.577), Cataluña (380.718) y Comunidad Valenciana (373.052).
Si comparamos el desempleo de, por ejemplo, Andalucía, con el total de España,
vemos que acapara prácticamente el 25% del desempleo. Es cierto que también es
de las más pobladas, pero cada vez que sale la EPA nos muestra cómo en relación
a la población activa autonómica las cifras de desempleo de nuestra comunidad
autónoma son escandalosas.
La cuestión es si debemos echarle la culpa al modelo
productivo español, dependiente de áreas muy temporales como el turismo, o a la
economía mundial, con variables que no podemos controlar, como el precio del
petróleo o del dinero. Lo que ocurre es que el debate sobre el mercado laboral
español ya dura demasiado y parece convertirse en el eterno cuento de nunca
acabar: ¿necesitamos más flexibilidad o seguridad?, ¿más impuestos o menos?, ¿subir
las cotizaciones o bajarlas para abaratar la contratación? En fin, dependiendo
del modelo ideológico querremos ir hacia un lado o hacia otro. No obstante, es necesario
añadir a este debate a los agentes de intermediación, tales como agencias de
colocación, servicios públicos de empleo, Empresas de Trabajo temporal y
asociaciones, ONG y colectivos varios que trabajen en este campo de la
orientación, intermediación y formación para el empleo. ¿Funcionan todos? ¿No
funciona ninguno?
Y vuelvo a la pregunta: ¿cómo modificar el modelo
productivo? Complicado dilema, aunque cualquiera que vaya de experto siempre
tendrá el bálsamo de fierabrás.
Lecturas para
profundizar:
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