Los principales empresarios de este país tienen un poder inmenso, pero, como forma de contraponer este poder, partiendo de que ellos no se presentan a las elecciones, está el derecho a protestar proponiendo alternativas creíbles. En democracia, todo es encontrar un equilibrio de poderes y legitimidades. En este ámbito, el de la protesta, la huelga es un instrumento legitimado por la Constitución Española cuya eficacia se ha mostrado a lo largo de muchos años, no porque se paralice un país, sino porque el asalariado que va a la huelga afronta dos cosas: que ese día va a perder su “jornal”, y que se señala ante el empresario y el poder como un personaje crítico. O sea, que no tiene miedo y, si lo tiene, lo transforma en rabia. Cuando la ciudadanía pierde el miedo al poder, a éste no le queda más remedio que claudicar, y los casos a lo largo de la historia lo manifiestan. Antes, en el siglo XIX, con el comienzo de la Revolución Industrial, ir a una huelga o a una manifestación te podía costar penas de cárcel o la propia vida. Más tarde, en la época de la dictadura en España, estábamos en situaciones similares. Hoy los riesgos son mucho menores y, sin embargo, consideramos que es mejor mirar por nosotros mismos, como si las injusticias sociales no nos tocasen en algún momento. La unión hace la fuerza, pero nos han dicho que no demasiadas veces.
No se trata de decir si los sindicatos funcionan bien o mal -en mi opinión, son claramente mejorables-. Un sindicato se fundó para defender al asalariado, es su principal acometido; se debe criticar su funcionamiento, pero en algunos foros he leído que abogan por su desaparición. También cometen fallos los jueces y los abogados y nadie se plantea su desaparición. La crítica destructiva se convierte en alegato ideológico.
Respeto la libertad de la gente de no ir a la huelga, de defender la reforma laboral y de pensar lo que quieran. Faltaría menos. Pero creo que estamos viviendo unos tiempos en los que las medidas anticrisis tomadas por los estados están dirigidas a empobrecernos aún más y a disminuir el Estado de Bienestar tan necesario para mantener la paz social.
Como decía la canción de “Golpes Bajos”, son “malos tiempos para la lírica” y para casi todo, diría yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario