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Si los medios de comunicación,
como decía Marshall Mcluhan, son ampliaciones de parte del cuerpo, Internet lo
es de nuestro sistema nervioso central. Antes de la imprenta, la memoria tenía
una función, pero es obvio que, tras la revolución tecnológica y la llegada de
la red, ahora nos encontramos con otra realidad.
Según un artículo publicado en Puro Marketing, las redes sociales están
cambiando nuestro cerebro, “desde el desarrollo de nuevas conexiones neuronales
a la creación de nuevos patrones de aprendizaje”. Es cierto que la memoria no
tiene la importancia que tenía antaño, pero esto no quiere decir que no
tengamos que desarrollar otras capacidades orientadas a gestionar cantidades
ingentes de información y a realizar varias tareas a la vez.
Según el artículo, hay un lado
muy negativo en todo esto de la sociedad de la información: que los nativos
digitales tienen problemas para discernir la información falsa de la que no lo
es. Esto se debe a que confían más en lo que comparten sus amigos que en lo que
publican fuentes con rigor científico. Por lo tanto, sería necesario, en mi
opinión, no sólo desarrollar habilidades técnicas a la hora de utilizar las
redes y las TIC, sino un espíritu crítico que nos haga capaces de no dejarnos
llevar por los bulos de Internet. Aquí la educación es muy necesaria. Si un amigo
comparte que Napoleón nació en el Neolítico, por mucho que nos empeñemos no
tiene razón.
También hay otra particularidad no tan positiva del cambio que viven nuestros
cerebros con esto de Internet y es la dificultad para concentrarnos y leer textos
largos. Yo sí he notado este problema desde hace un tiempo. Acostumbrado a leer
tweets y post de blogs no muy
extensos, amén de llevar varias cosas a la vez, me es muy complicado centrarme
en algo concreto, lo cual me ha obligado a que, cuando tengo que escribir algo
importante o prepararme algo muy concreto, tengo que apagar Internet para
evitar perder el tiempo chequeando mis redes.
Por último, me ha resultado
interesante otra información que he encontrado. Y es que, al vivir sumergidos en
un mar inmenso de información, todos los vivimos en él nos creemos más listos de
lo que realmente somos, confundiendo lo que movemos por la red con lo que
realmente somos capaces de entender y explicar.
Postdata: resulta que las redes
sociales pueden hacernos más proclives a las adicciones. Eso de estar buscando
todo el día el me gusta puede ser
demoledor. Pero considero que responde a otras necesidades de la persona, que,
en un mundo muy ligado a la soledad, tiene la necesidad de evadirse de su realidad
a base de sentirse aupada por unos comentarios o unos me gusta que no le cambian
la vida, pero que suponen una inyección de euforia momentánea.
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