viernes, 27 de enero de 2017

El proteccionismo en la era Trump


fuente: 20 minutos
La victoria de Trump es el pistolazo de salida de lo que puede ser una vuelta al proteccionismo más duro. No se trata solo de cuestiones ideológicas. Es evidente  que supone un problema económico que las empresas se vayan de tu país -incluso en EEUU, donde el porcentaje de desempleo es muy bajo-.

El nuevo presidente norteamericano amenaza a las empresas que se deslocalicen con fuertes impuestos si intentan vender sus productos en EEUU. Es lo que hay. Mientras tanto, una Unión Europea sin cohesión ni rumbo se enfrenta, como no podía ser de otra manera, a una oleada de movimientos políticos que aspiran a lo mismo: buscar al enemigo fuera y cerrar sus fronteras a cal y canto. Es posible que la presidencia de Trump, el Brexit, y la muy posible victoria de Le Pen termine con la implosión del euro y con un retroceso y las políticas de libertad de circulación de personas dentro de las fronteras de la UE.

La canalización del descontento hacia posiciones de odio ha sido una constante en la historia de la humanidad. La Segunda Guerra Mundial nos enseñó que la evolución humana no tiene que ser una línea constante de progreso: siempre se puede retroceder. Tras los campos de concentración implantados por uno de los pueblos más cultos del mundo, ¿Qué podemos esperar en situaciones de incertidumbre y crisis?

La problemática de los refugiados y los movimientos migratorios se ha convertido en una excusa para ganar votos. Las soluciones simplistas no hacen más que añadir leña al fuego. ¿Alguien piensa que cerrando fronteras y poniendo agentes armados terminará con la desesperación de millones de personas? No solo es ingenuo, sino que además roza la ignorancia más profunda. Si te arriesgas a venir metido en los huecos más insospechados de un coche; o atraviesas fronteras andando y sin comida a temperaturas bajo cero, no le vas a tener miedo a una valla ni a un muro.

El problema no es que un país proteja a sus empresas. No creo que por ahí vayan los tiros. El problema es que subyace un racismo constante contra cualquier colectivo que se pueda convertir en cabeza de turco. Ahora pueden ser los hispanos y los refugiados, mañana puede ser cualquiera.  Cómo nos acordamos de las palabras de Bertolt Brecht. En la era de la globalización de las comunicaciones, donde todos vivimos en la aldea global, parece que nos da miedo relacionarnos con los demás. Una contradicción difícil de salvar. Cuanto menos distancia hay entre seres humanos, más tierra queremos poner de por medio.


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