Ya llevamos años viviendo en la
sociedad del espectáculo. No hace falta echarle la culpa a las redes sociales.
Los medios de comunicación de masas tienen sus claroscuros: la televisión puede
informar o puede emitir basura; los contenidos circulan por medios que
responden a políticas concretas, ya sea buscando el lucro o ya sea defendiendo
determinada línea editorial (o ambas cosas).
Lo que ocurre es que, hoy en día,
cualquier descerebrado tiene un medio de comunicación en el bolsillo de un
potencial altísimo. La noticia de que un youtuber de veintidós años llamado Logan
Paul se mofó de un hombre que se había suicidado al encontrarse el cadáver,
demuestra una vez más que hay gente más idiota de lo que pensamos con una
capacidad de movilización importante. Este
personaje tiene quince millones de suscriptores. Al hacer espectáculo del muerto, demostró no solo una falta de
educación mayúscula, sino una total carencia de escrúpulos. Pero hay tantas tonterías en Internet que es
difícil hacer un análisis riguroso de la condición humana sin ruborizarse.
Pienso que nos encontramos con varios problemas que debemos atender a toda
prisa:
1.- La tecnología ha avanzado más
rápido de lo que hemos sido capaces de digerir.
Sí, puedes saber subir un vídeo o
una foto,puedes ser el instagramer con
más seguidores de tu instituto o el colega del trabajo que más vídeos graciosos cuelga en las redes pero, ¿debes
subir ese material? ¿Debes ceder tu privacidad alegremente?, ¿y la de tus hijos
o tus compañeros de clase? Consideramos que esto es un juego y no lo es. Parece
muy agradable ver cómo se incrementan tus “me gusta”, pero, ¿estás protegiendo
tu intimidad y la de los tuyos? Seguramente sí, pero si una persona va
incrementando su número de “amigos” en las redes sin control, quizás no sea tan
recomendable subir la foto de su bebé tan mono o contar con pelos y señales lo
que hace en su día a día.
2.- La tecnología no
nos hace moralmente superiores a lo que éramos antes.
Todo se hace viral con las redes,
pero eso no significa necesariamente que nos concienciemos de los problemas
sociales, sino que con frecuencia la porquería salpica más. El chaval se disculpó tras lo que hizo, pero
seguro que muchos le rieron la gracia. Es como si fuera un reallity sacado de una superproducción a ver quién es el más guay.
Lo que hacemos tiene consecuencias, pero como vivimos en el mundo del chachi
piruli, no contamos la realidad a los chavales. A nuestro querido youtuber ya lo han largado del canal,
pero mañana puede ser una demanda, una agresión física o cualquier otra cosa.
3.- La tecnología
puede pasar de la campaña necesaria al odio más recalcitrante.
Sí, solo hay que ver el capítulo de
Black Mirror “Ocio Nacional” (del que
hablaré próximamente). La escena es la siguiente: vivo amargado/a y vomito lo
primero que se me ocurre en Twitter. Un
movimiento a favor de la concienciación sobre cualquier problema se puede
combatir fácilmente en una batalla campal.
La pregunta es: ¿debemos censurar y controlar la red para que
no ocurran casos como los de Logan? ¿Debemos sacar de nuevo el tema tan manido,
pero no por ello menos importante, de la educación en valores?
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