Tras las polémicas de Facebook y su relación con la privacidad se ha alentado de nuevo, por
enésima vez, el debate sobre la necesidad urgente que tenemos de preservar
nuestra intimidad en las redes sociales. Pero, ¿realmente queremos eso?
En un informe publicado por Telefónica, se analizaba cómo Internet está incrementando nuestro egocentrismo, nuestro individualismo y
nuestro exhibicionismo. No es nada sutil, porque lo vemos todos los días en
las redes sociales. Se publican fotos – incluidos menores- cuando no se sabe
bien quién las verá, en ese afán de
muchos de contar su vida en
directo. El subidón de los “Me Gusta” es una sensación más placentera que la
espartana prudencia. Eso sí, luego nos echamos las manos a la cabeza cuando
Facebook comparte nuestros datos. Protegernos a nosotros y a los nuestros es
esencial para poder construir una nueva identidad digital.
Todos entramos dentro de este juego, incluido yo, aunque
intento siempre reducir al máximo mi exposición personal. Pero cuando viajo sí
me gusta colgar alguna foto; total, terminarán en mi blog cultural en el que
relato mis escasas experiencias viajeras ( pero ampliamente satisfactorias).
Todos, al fin y al cabo, caemos en ocasiones en un postureo.
Postureo en el insulto o en la alabanza,
a la hora de predicar o de hacer chistes, de mostrar indignación o alegría.
Parece que, si no comparto lo que pienso ni lo que hago en las redes, dejo de
existir. Y entonces nos topamos de bruces con la realidad, que no es otra que
ver cómo nuestra intimidad se hace pública y nuestra identidad se digitaliza
siendo esta, nos pese lo que nos pese, la que realmente quedará en la retina de
la gente.
Por eso pienso que por mucho que se multe a compañías como
Facebook, es nuestro impulso de derribar nuestros muros y exhibir nuestras vidas
y, por extensión, conocer la vida de los demás, la que mantiene vivo este
negocio. Quizás poco a poco nos vayamos adaptando y veamos que la realidad de
Internet es una arista más de nuestra vida, también real, no un juego de artificio
ajeno a nosotros. Lo que opinas en las redes es lo que piensas y así te juzgan.
De todas formas, por si decidís empezar el camino y desparecer
de Internet, en el siguiente artículo se dan unos cuantos consejos. Yo prefiero
controlar mi presencia a eliminarla, porque siempre queda rastro y no sabemos
bien qué se dice de nosotros si no estamos alerta.
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