domingo, 3 de noviembre de 2019

Selfies, likes y sociedad de lo absurdo



Según leemos en la prensa, el jefe de Instagram está contento con eso de prohibir los “me gusta”. Por lo que se ve, las cabezas pensantes que dirigen las redes sociales empiezan a tomar conciencia del principal problema que tienen, sobre todo ante el público más joven: la obsesión por el reconocimiento masivo en una espiral absurda de publicar una vida que no es la tuya.

La competencia por ser el más popular no es nueva, pero con Internet toma dimensiones exageradas. Vivir para el selfie no es otra cosa que vivir para aparentar, estimando que cada reacción de nuestro público es como una dosis de droga para un adicto.

Uno de los ejemplos más recientes de lo absurdo de esta sociedad de las apariencias es el que hemos podido observar tras los disturbios de Barcelona. Algunos personajes se han dedicado a hacerse fotos posando en unas calles en las que las llamas y el conflicto campaban. No tuvimos ya suficiente con Chernobyl.  La necesidad de posar en lugares peculiares y a la vez peligrosos está convirtiendo Instagram -y las redes sociales, en general-  en una herramienta cuyos daños colaterales se incrementan exponencialmente. ¿Hemos sido siempre así o nos estamos volviendo más estúpidos? Pues una mezcla. Yo, por ejemplo, he notado un incremento de mis gilipolleces desde que experimento con Instagram. Nos puede pasar a cualquiera.

Pero, ¿profesionalmente es necesario este incremento de la exposición de nuestra persona y vida privada? No, no es necesario, a no ser que realmente vivas de tener miles de seguidores,(que no es el caso de la mayoría de los mortales). A nivel profesional es más importante tener un blog en el que trabajar contenidos que estar todo el día buscando la foto perfecta para que mis “followers” hagan un “like”.

Lo que sí puede tener un interés sociológico, y filosófico si se me permite, es esa dualidad entre el mundo offline y el online. Realmente la obsesión por dar una imagen que no es real puede llegar a trastornos personales, pero también nos enfrenta ante un reto interesante: ¿es legítimo querer representar un papel y proyectar una  imagen determinada? Porque a veces criticamos, como acabo de hacer al principio de este artículo, el postureo, pero, ¿no se trata de eso la vida, de representar papeles según nuestros roles?

Ahí dejo una pregunta para el debate:

¿Es más real la vida en las redes sociales, al día de hoy, que la vida fuera de la red? ¿No están todas entrecruzadas?


3 comentarios:

  1. Me parece un tema muy interesante el de las redes "sociales" en el comportamiento humano. Creo que el tener un rol, el interpretar, no es malo. El problema es cuando este rol domina tu vida y lo "social" o internautico se convierte en real. Cuando vives para mantener un perfil sin ser tu realmente, siendo como quisieras ser, tenemos un problema. Por otro lado, quizá, a base de de ser como si quisiera ser algunos consigan serlo satisfactoriamente. En líneas generales la red me da una sensación perversa y maligna en algunos aspectos ya que creo que condiciona nuestro modo de actuar y pensar y hay gente que la puede utilizar como herramienta y personas que son herramientas de la red. Hay de todo.

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  2. Me parece un tema muy interesante el de las redes "sociales" en el comportamiento humano. Creo que el tener un rol, el interpretar, no es malo. El problema es cuando este rol domina tu vida y lo "social" o internautico se convierte en real. Cuando vives para mantener un perfil sin ser tu realmente, siendo como quisieras ser, tenemos un problema. Por otro lado, quizá, a base de de ser como si quisiera ser algunos consigan serlo satisfactoriamente. En líneas generales la red me da una sensación perversa y maligna en algunos aspectos ya que creo que condiciona nuestro modo de actuar y pensar y hay gente que la puede utilizar como herramienta y personas que son herramientas de la red. Hay de todo.

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  3. Gracias por el comentario, Juancuboroman!

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