Según leemos en la prensa, el
jefe de Instagram está contento con eso de prohibir los “me gusta”. Por lo
que se ve, las cabezas pensantes que dirigen las redes sociales empiezan a
tomar conciencia del principal problema que tienen, sobre todo ante el público
más joven: la obsesión por el
reconocimiento masivo en una espiral absurda de publicar una vida que no es la
tuya.
La competencia por ser el más popular no es nueva, pero con
Internet toma dimensiones exageradas. Vivir para el selfie no es otra cosa que vivir para aparentar, estimando que cada
reacción de nuestro público es como una dosis de droga para un adicto.
Uno de los ejemplos más recientes de lo absurdo de esta
sociedad de las apariencias es el que hemos podido observar tras
los disturbios de Barcelona. Algunos personajes se han dedicado a hacerse fotos
posando en unas calles en las que las llamas y el conflicto campaban. No tuvimos
ya suficiente con Chernobyl. La
necesidad de posar en lugares peculiares y a la vez peligrosos está
convirtiendo Instagram -y las redes sociales, en general- en una herramienta cuyos daños colaterales se
incrementan exponencialmente. ¿Hemos sido siempre así o nos estamos volviendo
más estúpidos? Pues una mezcla. Yo, por
ejemplo, he notado un incremento de mis gilipolleces desde que experimento con
Instagram. Nos puede pasar a cualquiera.
Pero, ¿profesionalmente es necesario este incremento de la
exposición de nuestra persona y vida privada? No, no es necesario, a no ser que
realmente vivas de tener miles de seguidores,(que no es el caso de la mayoría
de los mortales). A nivel profesional es más importante tener un blog en el que
trabajar contenidos que estar todo el día buscando la foto perfecta para que
mis “followers” hagan un “like”.
Lo que sí puede tener un interés sociológico, y filosófico
si se me permite, es esa dualidad entre el mundo offline y el online. Realmente
la obsesión por dar una imagen que no es real puede llegar a trastornos
personales, pero también nos enfrenta ante un reto interesante: ¿es legítimo
querer representar un papel y proyectar una imagen determinada? Porque a veces criticamos,
como acabo de hacer al principio de este artículo, el postureo, pero, ¿no se
trata de eso la vida, de representar papeles según nuestros roles?
Ahí dejo una pregunta para el debate:
¿Es más real la vida en las redes sociales, al día de hoy,
que la vida fuera de la red? ¿No están todas entrecruzadas?
Me parece un tema muy interesante el de las redes "sociales" en el comportamiento humano. Creo que el tener un rol, el interpretar, no es malo. El problema es cuando este rol domina tu vida y lo "social" o internautico se convierte en real. Cuando vives para mantener un perfil sin ser tu realmente, siendo como quisieras ser, tenemos un problema. Por otro lado, quizá, a base de de ser como si quisiera ser algunos consigan serlo satisfactoriamente. En líneas generales la red me da una sensación perversa y maligna en algunos aspectos ya que creo que condiciona nuestro modo de actuar y pensar y hay gente que la puede utilizar como herramienta y personas que son herramientas de la red. Hay de todo.
ResponderEliminarMe parece un tema muy interesante el de las redes "sociales" en el comportamiento humano. Creo que el tener un rol, el interpretar, no es malo. El problema es cuando este rol domina tu vida y lo "social" o internautico se convierte en real. Cuando vives para mantener un perfil sin ser tu realmente, siendo como quisieras ser, tenemos un problema. Por otro lado, quizá, a base de de ser como si quisiera ser algunos consigan serlo satisfactoriamente. En líneas generales la red me da una sensación perversa y maligna en algunos aspectos ya que creo que condiciona nuestro modo de actuar y pensar y hay gente que la puede utilizar como herramienta y personas que son herramientas de la red. Hay de todo.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Juancuboroman!
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