martes, 1 de diciembre de 2015

Análisis sobre el último barómetro de Metroscopia



Según el último barómetro de Metroscopia, “PP, Ciudadanos y PSOE quedarían, hoy por hoy, empatados con un voto final estimado que es en realidad idéntico (22.7%, 22.6% y 22.5%, respectivamente)”. No se puede decir que las elecciones no estén reñidas. En cuarto lugar, no muy lejos de los tres en cabeza, estaría Podemos, con un 17,1% de la intención de voto. En quinta posición se situaría Izquierda Unida, con el 5,2%. La pregunta es evidente: si se hubieran puesto de acuerdo Pablo Iglesias y Alberto Garzón, ¿estarían ahora en una situación mucho mejor? A priori  puede parecer que sí, ya que si sumamos la fuerza de ambos, sus opciones de gobierno se multiplicarían. Sin embargo, existen otros análisis que establecen que la suma restaría, puesto que la estrategia política de Podemos está en alejarse lo máximo posible de los viejos clichés de izquierdas y derechas.



Fuente de la imagen: Mestroscopia
Si las elecciones de diciembre arrojaran este resultado, los problemas vendrían el día después. La complejidad es absoluta y el abanico de posibles pactos le suma más incertidumbre al asunto.

Pactos

Si la estrategia de Ciudadanos es apostar por la lista más votada, mediante un apoyo explícito al PP o, simplemente, dejándolo gobernar, Rajoy tendría evidentes problemas para desarrollar una serie de leyes y un programa con un amplio rechazo social  (ley mordaza, por ejemplo). ¿Podría Ciudadanos apostar por un PP que todavía no ha resuelto sus casos de corrupción tipo Bárcenas? Todo es posible, pero habrá que esperar.

Otra opción es Podemos, IU y PSOE, que sumarían el 44,8% de los votos, por debajo del 45% que obtendría la suma entre PP y Ciudadanos, pero que también se establece como un posible escenario. La opción de triple pacto también cuenta con serias dificultades para consolidarse;  veo difícil que PSOE y Podemos  pacten y se repartan el poder sin que esto les afecte, sobre todo a Podemos. Acercarse mucho a uno de los actores del bipartidismo tradicional le saldría caro a la formación morada, pero tampoco se puede alejar mucho, puesto que el apoyo en votos todavía es escaso para que Pablo Iglesias pueda formar gobierno por sí mismo. Además, IU ha sufrido un varapalo importante y todavía tiene en su mente las recientes consecuencias del pacto son el PSOE en Andalucía.

Evolución y fragmentación del voto







Como se puede ver, el PP lleva sufriendo una pérdida constante de apoyo desde las elecciones de noviembre de 2011, pasando  del 44,6% al 22,7% actual, aunque este último dato hay que cogerlo con pinzas. Digo esto porque el PP tiene un tradicional voto oculto que no sale en las encuestas y que, posiblemente, suponga una subida considerable.

Por otro lado, el PSOE tampoco termina de despegar. Si en los últimos comicios obtuvo un 28,7%, de celebrarse las elecciones se quedaría con un 22,5%, por debajo del 22,6% de Ciudadanos, que vive una luna de miel constante desde su subida meteórica en las elecciones catalanas.

Podemos también se ha llevado un baño de realidad: de ser la fuerza supuestamente con mayor apoyo popular a quedarse en un humille cuarto puesto. De todas formas, pienso que la campaña electoral pura y dura, con sus mítines y sus debates, puede favorecer a PODEMOS más que a otras fuerzas. El principal motivo es que va a poner toda la carne en el asador, que usará fichajes estrellas ( ya lo comenté aquí)  y que su capacidad para conectar con jóvenes -y no tan jóvenes- indignados puede ser mayor que la del resto de partidos. Sin embargo, Ciudadanos ha entrado fuerte por el lado de la renovación política, siendo capaz de ofrecer una imagen de frescura que llega a mucha gente. 

Ciudadanos basa su estrategia en un marketing muy meditado que construye su programa  alrededor de la renovación democrática.  Su política de comunicación es bien sencilla: supeditarlo todo en la imagen del candidato ideal encarnado por Rivera. Por lo tanto,  la campaña se convierte para sus rivales en algo esencial para intentar que la formación naranja se defina más sobre asuntos políticos un tanto espinosos y que, tradicionalmente, puedan servir para que los electores vuelvan a sus clichés de izquierdas y derechas y busquen sus tradicionales siglas. No será de extrañar que se hable en la campaña, y mucho, sobre memoria histórica, derechos laborales, guerra y terrorismo internacional, aborto, cuestión territorial y un largo etcétera. Aunque de nuevo será la economía la que juegue el papel fundamental. 

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