Según el último barómetro de Metroscopia, “PP, Ciudadanos y PSOE quedarían, hoy por
hoy, empatados con un voto final estimado que es en realidad idéntico (22.7%,
22.6% y 22.5%, respectivamente)”. No se puede decir que las elecciones no
estén reñidas. En cuarto lugar, no muy lejos de los tres en cabeza, estaría
Podemos, con un 17,1% de la intención de voto. En quinta posición se situaría
Izquierda Unida, con el 5,2%. La pregunta es evidente: si se hubieran puesto de
acuerdo Pablo Iglesias y Alberto Garzón, ¿estarían ahora en una situación mucho
mejor? A priori puede parecer que sí, ya
que si sumamos la fuerza de ambos, sus opciones de gobierno se multiplicarían.
Sin embargo, existen otros análisis que establecen que la suma restaría, puesto
que la estrategia política de Podemos está en alejarse lo máximo posible de los
viejos clichés de izquierdas y derechas.
Fuente de la imagen: Mestroscopia
Si las elecciones de diciembre arrojaran este resultado, los
problemas vendrían el día después. La complejidad es absoluta y el abanico de
posibles pactos le suma más incertidumbre al asunto.
Pactos
Si la estrategia de Ciudadanos es apostar por la lista más
votada, mediante un apoyo explícito al PP o, simplemente, dejándolo gobernar,
Rajoy tendría evidentes problemas para desarrollar una serie de leyes y un
programa con un amplio rechazo social (ley
mordaza, por ejemplo). ¿Podría Ciudadanos apostar por un PP que todavía no ha
resuelto sus casos de corrupción tipo Bárcenas? Todo es posible, pero habrá que
esperar.
Otra opción es Podemos, IU y PSOE, que sumarían el 44,8% de los
votos, por debajo del 45% que obtendría la suma entre PP y Ciudadanos, pero que
también se establece como un posible escenario. La opción de triple pacto también
cuenta con serias dificultades para consolidarse; veo difícil que PSOE y Podemos pacten y se repartan el poder sin que esto les
afecte, sobre todo a Podemos. Acercarse mucho a uno de los actores del
bipartidismo tradicional le saldría caro a la formación morada, pero tampoco se
puede alejar mucho, puesto que el apoyo en votos todavía es escaso para que
Pablo Iglesias pueda formar gobierno por sí mismo. Además, IU ha sufrido un
varapalo importante y todavía tiene en su mente las recientes consecuencias del
pacto son el PSOE en Andalucía.
Evolución y fragmentación
del voto
Como se puede ver, el PP lleva sufriendo una pérdida
constante de apoyo desde las elecciones de noviembre de 2011, pasando del 44,6% al 22,7% actual, aunque este último
dato hay que cogerlo con pinzas. Digo esto porque el PP tiene un tradicional
voto oculto que no sale en las encuestas y que, posiblemente, suponga una
subida considerable.
Por otro lado, el PSOE tampoco termina de despegar. Si en
los últimos comicios obtuvo un 28,7%, de celebrarse las elecciones se quedaría
con un 22,5%, por debajo del 22,6% de Ciudadanos, que vive una luna de miel
constante desde su subida meteórica en las elecciones catalanas.
Podemos también se ha llevado un baño de realidad: de ser la
fuerza supuestamente con mayor apoyo popular a quedarse en un humille cuarto
puesto. De todas formas, pienso que la campaña electoral pura y dura, con sus
mítines y sus debates, puede favorecer a PODEMOS más que a otras fuerzas. El
principal motivo es que va a poner toda la carne en el asador, que usará
fichajes estrellas ( ya lo comenté aquí) y que su capacidad para conectar con jóvenes -y
no tan jóvenes- indignados puede ser mayor que la del resto de partidos. Sin
embargo, Ciudadanos ha entrado fuerte por el lado de la renovación política,
siendo capaz de ofrecer una imagen de frescura que llega a mucha gente.
Ciudadanos basa su estrategia en un marketing muy meditado
que construye su programa alrededor de
la renovación democrática. Su política
de comunicación es bien sencilla: supeditarlo todo en la imagen del candidato
ideal encarnado por Rivera. Por lo tanto, la campaña se convierte para sus rivales en
algo esencial para intentar que la formación naranja se defina más sobre
asuntos políticos un tanto espinosos y que, tradicionalmente, puedan servir
para que los electores vuelvan a sus clichés de izquierdas y derechas y busquen
sus tradicionales siglas. No será de extrañar que se hable en la campaña, y
mucho, sobre memoria histórica, derechos laborales, guerra y terrorismo
internacional, aborto, cuestión territorial y un largo etcétera. Aunque de
nuevo será la economía la que juegue el papel fundamental.
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