Izquierda
Unida, tras las elecciones andaluzas, se enfrentaba al conocido dilema del prisionero. Si no pactaba, malo; y si pactaba, podía ser peor. El no pactar
abría la puerta al PP, pero pactar podía escenificar lo que se conoce como “el
abrazo del oso”, que se traduce en: o bien el PSOE terminaría engullendo a IU, absorbiendo
un voto que con el pacto se podría diluir entre ambas
formaciones o, por el contrario, IU terminaría perdiendo un número considerable de
voto críticos con el PSOE y con una ideología más izquierdista. Por ahora, para algunos como, por ejemplo, el
parlamentario de IU y alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, el pacto ha sido
lo peor que se podía hacer.
La
cuestión fundamental es que cuando uno reivindica en la calle, es posible que
al llegar a las instituciones se encuentre con otra cosa. Por eso, es bueno
siempre estar en la calle con la gente, pero saber gestionar en las
instituciones la confianza depositada. Se supone que al realizar un programa
electoral (un programa, para mí, es un elemento crucial en política) se cuenta con expertos
que pueden realizar un análisis muy realista de la situación en la que vivimos,
y me consta que el programa de IU contenía medidas muy acertadas y estudiadas.
Pero, quizás, faltó o falta un análisis detallado de ese lago inmenso y
profundo que es la administración de la Junta de Andalucía. ¿Cuántas empresas,
fundaciones, agencias, consorcios, cargos políticos, directores, gerentes…
tiene a su cargo la Junta?, ¿no se puede reformar esa estructura reduciendo los
cargos directivos?, ¿qué servicios prestan exactamente? La animadversión por parte de los funcionarios hacia los
llamados externos es cada vez mayor, y ésa es una situación que hay que
arreglar urgentemente, sobre todo cuando, según todas las estimaciones y tal
como estamos viendo, se van a ver en la calle más de 2000 técnicos dedicados a las políticas activas de empleo, entre orientadores,
Agentes Locales de Promoción de Empleo y promotores de empleo (eso sin hablar de
la cantidad de interinos que no van a ser contratados, debido al aumento de la
jornada lectiva de los profesores). ¿Puede Andalucía, con un 30% de paro,
prescindir de estos profesionales? ¿No se bajaban los sueldos para garantizar
el empleo? La Junta de Andalucía culpa al gobierno central, el gobierno a la
Junta, todos a la Unión Europea y, una vez más, el ciudadano se desapega de la
política porque ve que todo sigue igual y que el poder termina por darle la
espalda.
IU
todavía puede y debe hacer mucho en la administración andaluza, para eso cuenta
con un capital de votos importante y con una proyección de aumento y, sobre
todo, con la vista puesta de muchísima
gente del ámbito progresista. El margen de maniobra es escaso, sobre todo en
una economía tan globalizada. Una vez más, ante el dilema del prisionero, el
fracaso de IU puede llevar a que el voto contestatario se diluya, apareciendo
formas populistas de extrema derecha que, con un mensaje antipolítico y antistablishment,
pueda encandilar a las clases populares hacia un contexto todavía peor. En Francia,
el Frente Nacional tiene más apoyo de la clase obrera que el Frente de
Izquierdas. ¿Puede recrearse una situación similar en España?
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