Sumergido como estoy en lecturas sobre
economía, redes sociales, marketing y empleo, a veces pierdo esa visión crítica
idealista que tenía en los tiempos universitarios. Cuando hablo de crítica,
hablo de cuestionar todo el sistema desde la cola hasta la cabeza. El mundo
está muy mal, es cierto, pero también vemos bondad, innovación y esperanza. Hay
gente que se muere de hambre, pero también hay gente cuya generosidad es de
resaltar. La vida es compleja y la
sociedad, más.
A la redacción de Politólogo en red ha llegado un libro cuya lectura es muy
saludable. Se titula El gobierno de las palabras y está
escrito por el politólogo y profesor universitario Juan Carlos Monedero.
Aunque cada individuo se crea único, vivimos
en sociedad. Pero vivimos en sociedad para, en palabras de Monedero, burlar a
la muerte. Nos necesitamos los unos a los otros; la cooperación de cada
individuo es vital para que podamos desarrollar nuestra vida. Entonces, ¿por
qué tantas guerras, hambre, injusticias? Qué pregunta. Nuestra fragilidad nos
lleva a convivir juntos, pero quizás nuestro egoísmo o falta de civismo nos lleva
a pelearnos. Pobreza, daño medioambiental, muerte… Al fin y al cabo, un panorama
desolador.
El autor desarrolla en esta obra la
importancia de las palabras. Como ya estableció Orwell en 1984, quien controla las palabras controla el poder. Guerras humanitarias, gobernanza, competitividad, flexibilidad, daños
colaterales… Cuántas palabras y cuánto sentido oculto en ellas. ¿Por qué
son tan importantes las palabras? Está claro, quien gobierna necesita gobernar
con argumentos, necesita convencer, necesita legitimarse.
Recoge Monedero muy acertadamente el ejemplo
de los EEUU con la palabra losers, adjetivo
que se utiliza para alguien que no ha tenido suerte en la vida, ha sido despedido,
es un mendigo o posee cualquier otra característica que no entra dentro de ese
ideal del sueño millonario americano. No es problema del sistema, es problema
de cada individuo. Así se construye un mundo y una sociedad: con palabras.
Pero de forma tan natural como las palabras
surgen los conflictos. A lo largo de la historia, el conflicto ha emergido
cuando hay gente que ve que no forma parte del reparto del pastel. Como se
comenta en la página 56, “nuestros anhelos los medimos en relación
con los logros de los demás. Por eso, cualquier ausencia, cualquier
desigualdad, cualquier discrepancia precipita el conflicto. La desobediencia
bebe de la comparación”. Algunos dirán que es envidia, pero, analizando la
realidad, vemos que es una
reivindicación de justicia.
Ante esta lucha de intereses, el poder -o
sea, el Estado y el sistema económico- ha impuesto su visión
en todas las áreas sociales. Una visión basada en el progreso lineal sin
límites, alejado de cuestiones medioambientales y de nuestros países vecinos
del sur.
El poder siempre tendrá enfrente un contrapoder.
El poder, para seguir ejerciendo, necesita controlar las palabras, como hemos
comentado. Pero para controlar las palabras, deberá controlar la información y,
en consecuencia, la formación. El conocimiento es un paso necesario para la
emancipación. Juan Carlos Monedero establece una interesante ecuación que me
lleva rondando la cabeza varios días, es la siguiente (página 263): doler-saber-querer-poder-hacer. Primero
identificas el daño, como cuando
Espartaco -ejemplo que se expone en el libo- es consciente del dolor que le
provoca la esclavitud. Luego conoces, identificas las causas de tu situación.
Tras eso, quieres cambiar la
situación para acabar con el sufrimiento, por lo que, indefectiblemente, te orientas a la transformación. Sin embargo,
en la actualidad, ante situaciones dolorosas ha habido una proliferación de
libros de autoayuda y otros remedios individuales que -ésta es una opinión
personal-, como la psicología, pueden ser útiles en muchos casos. Por el
contrario, bastantes de los problemas se
resuelven mediante la colaboración colectiva. Un ejemplo gráfico para ilustrar
esto último sería la lucha contra el desempleo o los desahucios. Cuando el
problema se deriva de una situación injusta, de leyes antisociales, etc., más
vale ponerse a colaborar.
Monedero reivindica recuperar la política,
política como conflicto de intereses. Como bien dice (página 69), “recuperar
la política significa entender el conflicto que hay en cada esquina de
lo social, la tensión inevitable entre intereses colectivos e intereses
individuales, entre emancipación personal y regulación colectiva. Recuperar la
política es recuperar un espacio tan de todos y tan de cada uno como el aire y
el agua que respiramos y bebemos”
La política, que es la gestión de la cosa
pública, ha sido muy dañada por la politiquería
que vemos todos los días en televisión. Decir que eres apolítico es decir que no
quieres saber nada de cómo se gestionan tus impuestos, tu educación, tu sanidad,
etc. Otra cosa es ser apartidista que, viendo el panorama, parece hasta
entendible. El neoliberalismo ha succionado la parte económica de la política,
estableciendo que la política es algo prácticamente eliminable por decisiones individuales dentro del mercado. Es
difícil de entender; ya hemos dicho que el ser humano es un animal social, pero
en esta guerra ideológica el neoliberalismo necesita exponer sus cartas.
Sería necesario politizar, esto es,
participar. Pero equilibrando la balanza entre individuo y colectivo. No hay
que caer en el Sálvese quien pueda,
pero tampoco en el estado totalitario eliminador de voluntades individuales y
burocratizado hasta la médula.
Por tanto, ¿se puede cambiar algo? ¿Tiene
futuro la humanidad? Ante los avatares
de la vida, hay dos sentimientos muy fuertes que se han ido articulando a lo
largo de la historia: el miedo a la
muerte y la esperanza. El miedo responde a un sentimiento primitivo del ser
humano que dispara las decisiones inmediatas
de supervivencia y autodefensa. La esperanza requiere una construcción de
un lenguaje complejo para idear un futuro. Estos dos sentimientos pueden
vincularse a ideologías políticas. Mientras que el miedo es más propio de
posiciones conservadoras, la esperanza es más propia de posiciones progresistas.
Como comenta Monedero, la lucidez puede crear pesimismo, pero es necesario
tener esperanza. Un pesimismo esperanzado o un optimismo trágico. Este
último resume mejor mi estado de ánimo
personal.
Y en todo esto surgen más preguntas: ¿qué papel
juega el Estado?, ¿y la comunidad?, ¿y nosotros mismos? O, atendiendo a esas
grandes cuestiones que intentan responder las ciencias sociales, ¿por qué
cambian las sociedades?, ¿por qué obedecemos? Sociología y Ciencia Política,
qué disciplinas tan necesarias.
Si queréis respuestas o argumentos para que podáis
orientar vuestro propio análisis, acercaos a esta interesante obra. Os hará
pensar y en tiempos de incertidumbre y confusión, muy comunes en nuestra
historia cultural, la reflexión es muy necesaria. Independientemente de la
ideología de cada uno, qué ejercicio tan sano es dudar de todo y cuestionar el
orden establecido.
Ficha del libro:
Título: EL GOBIERNO DE LAS PALABRAS. Política para tiempos de confusión.
Autor: Juan Carlos Monedero
Editorial: FONDO DE CULTURA ECONOMICA DE
ESPAÑA, S.L., 2009
Número de páginas: 296
págs.
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