La
semana pasada pude leer en la prensa un artículo que profetizaba el advenimiento de un futuro
tecnológico caracterizado por la “era de los sensores y la hiperconexiónglobal” ().
Está claro que cada vez nos conectamos más desde el teléfono móvil, dispositivo convertido en un auténtico ordenador de mano. Tradicionalmente la
evolución de los móviles era hacerlos más pequeños - qué tiempos-, hoy en día es
que sean cada vez más grandes y con más aplicaciones.
A nivel
de uso, hemos fusionado nuestra identidad
personal tanto a la red que es difícil encontrar un momento del día en el que
no estemos pendientes de lo que ocurre por el ciberespacio. Tan sólo tenemos
que sacar el móvil y empezar a teclear para estar al tanto de lo que dicen
nuestros contactos, la última noticia en la prensa, consultar el correo o cualquier
otra actividad que se precie. Ya es del
todo normal ver en restaurantes o autobuses a personas
ensimismadas en su móvil, pero, es
lógico, estamos en una nueva era en el mundo de la comunicación
Según
sigo leyendo en la noticia, “al comienzo de la próxima década habrá
20.000 millones de dispositivos inalámbricos conectados -no sólo móviles,
también cámaras o micrófonos- recopilando y generando datos”. Uf, da
vértigo este dato. Millones de dispositivos y millones de personas unidos a una red con toneladas de paquetes de
información. El gran reto no será ya usar estos dispositivos, sino poder
filtrar la información y darle una forma que interese a un tercero. Ése creo
que es el gran reto de las profesiones del futuro.
Como ya
os comentaba con la cuestión de las gafas de Google, la fusión entre tecnología y
ser humano es cada vez más una realidad. ¿Podremos vivir sin tecnología o, más
concretamente, sin Internet? Seguramente sí, pero nos perderíamos mucho. Aspectos
como la geolocalización ya transforman la forma en la que nos movemos por las
ciudades, así como el correo electrónico modificó nuestra forma de trabajar o
las videoconferencias, nuestro concepto de reunión de trabajo. La evolución
y la innovación en la tecnología se dirigen hacia una mayor humanización
y adaptabilidad a los usos de las personas, por lo menos, es lo que veo. Otros
pensarán que la tecnología nos robotiza y deshumaniza. Opiniones hay para todos
los gustos.
Mi
pensamiento siempre ha sido que Internet no aísla,
te hiperconecta. Nunca ha habido tantas facilidades para conectarte con los
allegados en la distancia, burlando así la cuestión espacio- tiempo que el ser
humano lleva tantos siglos luchando por derribar. El desarrollo de las
comunicaciones - desde un coche hasta la radio- está destinado a eliminar
distancia y favorecer nuestra conectividad. Marshall McLuhan, que ya cité hace
unos meses en este blog,
hablaba de que los medios de comunicación son extensiones del cuerpo humano.
Además, este autor también es famoso por acuñar el término de aldea global, referido a ese espacio en el que, inexorablemente,
viviremos como consecuencia del desarrollo de los medios de comunicación;
reducir la distancia es vivir en un mundo más pequeño. ¿Puede la tecnología acercarnos
mucho más a los habitantes de cada uno de los países? ¿Qué es la tecnología
sino una búsqueda constante que tiene como fin reducir nuestras limitaciones físicas? A la
primera pregunta contesto que parece que sí, a pesar de la brecha digital propia
que existe entre edades y posibilidades de acceso a la red de las capas populares menos favorecidas del
planeta. Hoy sabemos más los unos de los otros, de las revueltas, de las
tradiciones culturales o de lo que pasa, y esto se debe, entre otras cosas, a que Internet permite captar noticias de todo el
mundo. ¿Nos acercamos a una mente global?
La Revolución Tecnológica ligada a Internet está ocurriendo delante de nuestra cara casi sin darnos cuenta. Yo, que tengo 32 años, conocí un mundo sin móviles y sin Internet. Hoy tengo dos blogs, un Smartphone y perfiles en multitud de redes sociales que me permiten desarrollar mi propio proyecto profesional. ¿Hacia dónde vamos? Pues no lo sé, es un futuro incierto lleno de posibilidades y de abismos.
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