Carlos Marx decía que la historia de la
humanidad no era otra cosa que la historia de la lucha de clases. El conflicto dialéctico entre clases antagónicas
era lo que propiciaba la evolución desde una sociedad esclavista a otra
estamental y desde ésta a la sociedad burguesa capitalista. Pero, ¿dónde queda
la cultura? Según Marx, la cultura forma parte de la superestructura y, por lo
tanto, está determinada por la infraestructura o relaciones comerciales.
El sociólogo Max Weber no pensaba lo mismo. En su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo, clásico al que dedicaremos
hoy esta sección, establece que son el protestantismo y el calvinismo los que
cambiaron la mentalidad de la gente, haciéndola más propensa a desarrollar trabajos
profesionales, buscar el enriquecimiento personal y, por lo tanto, anhelar un
beneficio que se tornaba necesario para
la dinámica de la economía de mercado. Es lo que Weber establece como “el carácter fundamentalmente protestante
de la posesión de capital y el empresariado” (pág. 95). Como se puede ver,
una vuelta radical del concepto determinista y materialista de Marx.
En un mundo en el que todos estamos
condenados por nuestros pecados, la mejor forma de demostrar que se es un
elegido para la vida eterna es el trabajo duro profesionalizado. En consecuencia, según el autor, los protestantes
han tenido tendencia característica hacia el racionalismo económico. Así se
abandona el carácter pobrista del cristianismo (tal y como explica Escohotado
en su libro Los enemigos del comercio ) por una mentalidad destinada al trabajo
duro y a la acumulación de riqueza como símbolo de salvación.
Para Weber, la humanidad en general no se ha caracterizado
por una lucha a favor de un lucro desmedido. El ser humano, en su mayoría, no quiere
ganar y ganar dinero, simplemente vivir y ganar lo que necesite para ello. De
ahí que se establezca que es la mentalidad del trabajo por el trabajo, de la
intensidad en la profesionalización y la inventiva, la que impulsará el caldo
de cultivo propicio para el desarrollo del capitalismo. El sistema capitalista necesita de un espíritu de
adaptabilidad y de entrega a la profesión de ganar dinero.
O, como establece al autor “quien no se
adapta a la conducción de su vida a las condiciones del éxito capitalista
sucumbe o no triunfa”.
Esta ansiedad por la salvación a través de la
profesión puede explicarse también
por la eliminación de ciertos ritos e
intermediarios. En las regiones donde
el calvinismo se desarrolló, desapareció la confesión privada, por lo que la
conciencia no podía ser desahogada. Así, el calvinista estaba aislado ante su
Dios y, si quería salvarse, aunque debía pertenecer a la Iglesia verdadera, se
encontraba realmente solo. La salvación es individual, como se puede ver, aunque
se estime que haya que pertenecer a un colectivo (pág. 165). ¿Cómo, por lo
tanto, demuestra uno que es un elegido? Con las buenas obras, lo que desembocará,
como hemos comentado, en trabajo y acumulación de riquezas.
Ficha del libro:
Título: LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO
Autor: MAX WEBER
Editorial: ISTMO
Número de páginas: 334
No hay comentarios:
Publicar un comentario