jueves, 23 de mayo de 2013

Grandes clásicos de las ciencias sociales: Max Weber y la ética protestante

Desempolvando la librería me he ido encontrando con una serie de clásicos de las ciencias sociales que merece un hueco en Politólogo en red, así que dedicaré unos cuantos meses a diseccionar grandes obras o, por lo menos,  eso intentaré. Hoy,  antes de meternos en faena, me gustaría haceros unas preguntas: ¿cómo surgió el capitalismo?, ¿qué desencadenó la gran transformación económica y social que produjo la economía de mercado?

Carlos Marx decía que la historia de la humanidad no era otra cosa que la historia de la lucha de clases. El conflicto dialéctico entre clases antagónicas era lo que propiciaba la evolución desde una sociedad esclavista a otra estamental y desde ésta a la sociedad burguesa capitalista. Pero, ¿dónde queda la cultura? Según Marx, la cultura forma parte de la superestructura y, por lo tanto, está determinada por la infraestructura o relaciones comerciales.

El sociólogo Max Weber  no pensaba  lo mismo. En su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo, clásico al que dedicaremos hoy esta sección, establece que son el protestantismo y el calvinismo los que cambiaron la mentalidad de la gente, haciéndola más propensa a desarrollar trabajos profesionales, buscar el enriquecimiento personal y, por lo tanto, anhelar un beneficio que se tornaba  necesario para la dinámica de la economía de mercado.  Es lo que Weber establece como “el carácter fundamentalmente protestante de la posesión de capital y el empresariado” (pág. 95). Como se puede ver, una vuelta radical del concepto determinista y materialista de Marx.

En un mundo en el que todos estamos condenados por nuestros pecados, la mejor forma de demostrar que se es un elegido para la vida eterna es el trabajo duro profesionalizado. En consecuencia, según el autor, los protestantes han tenido tendencia característica hacia el racionalismo económico. Así se abandona el carácter pobrista del cristianismo (tal y como explica Escohotado en su libro Los enemigos del comercio )  por una mentalidad destinada al trabajo duro y a la acumulación de riqueza como símbolo de salvación.
Para Weber,  la humanidad en general no se ha caracterizado por una lucha a favor de un lucro desmedido. El ser humano, en su mayoría, no quiere ganar y ganar dinero, simplemente vivir y ganar lo que necesite para ello. De ahí que se establezca que es la mentalidad del trabajo por el trabajo, de la intensidad en la profesionalización y la inventiva, la que impulsará el caldo de cultivo propicio para el desarrollo del capitalismo. El  sistema capitalista necesita de un espíritu de adaptabilidad y de entrega  a la profesión de ganar dinero. O, como establece al autor “quien no se adapta a la conducción de su vida a las condiciones del éxito capitalista sucumbe o no triunfa”.

Esta ansiedad por la salvación a través de la profesión puede explicarse también por la eliminación de ciertos ritos e intermediarios. En las regiones donde el calvinismo se desarrolló, desapareció la confesión privada, por lo que la conciencia no podía ser desahogada. Así, el calvinista estaba aislado ante su Dios y, si quería salvarse, aunque debía pertenecer a la Iglesia verdadera, se encontraba realmente solo. La salvación es individual, como se puede ver, aunque se estime que haya que pertenecer a un colectivo (pág. 165). ¿Cómo, por lo tanto, demuestra uno que es un elegido? Con las buenas obras, lo que desembocará, como hemos comentado, en trabajo y  acumulación de riquezas.

Ficha del libro:
Título: LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO
Autor: MAX WEBER
Editorial: ISTMO
Número de páginas: 334



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