Google, el gigante
norteamericano, vuelve a estar en el punto de mira de las instituciones. Esta
vez es la Unión Europea la que anda con la mosca detrás de la oreja.
Es curioso que, como bien detalla este artículo de El Economista, con todos los problemas
que tenemos tanto de desempleo, pobreza
y deuda -sobre todo en los países del sur-, la UE se plantee obsesionarse con
la posición dominante de la empresa de Sillicon Valley (que, sin duda, la
tiene).
Según el parlamento europeo, partiendo de una iniciativa del
grupo popular y socialista, Google asfixia a las empresas
tecnológicas locales. Para romper con este monopolio se pretende dividir a la
corporación, quedando así partida en dos actividades diferenciadas: la de buscador, por un lado, y las
comerciales, por otro.
Es cierto que hoy en día es difícil acceder como empresa a
Internet en las mismas condiciones que entró en su día Google. El gigante tecnológico domina el 90% del mercado en muchos
países y ese control de diversos sectores
y su predominio como buscador ha solidificado bastante su posición. Lo
que ocurre es que en Internet nada es para siempre y menos aún cuando los
consumidores suelen ser personas muy dadas a cambiar constantemente de productos
y servicios en esta nueva era digital. La tecnología e Internet han
transformado paulatinamente nuestras pautas de consumo, volviéndose más exigentes
y volátiles. Este cambio, que flexibiliza nuestra forma de consumir, también
tiene consecuencias en el empleo, que se ha visto fuertemente influido
planteándonos un panorama lleno de contratos que no sabemos si llamarlos
flexibles o precarios.
La ley antimonopolio
debe buscar proteger al consumidor, no determinados intereses corporativos
de empresas que no se actualizan, como ya ocurre con la denominada tasa Google. Habrá que dilucidar si la estrategia
de Google va encaminada a eliminar
competencia o simplemente ha mejorado tanto su producto que preferimos eso a
otra cosa. Creo que se está satanizando constantemente a esta empresa, y habría
que investigar qué intereses se esconden detrás. Si es por el bien del
ciudadano medio, me parece perfecto; si no, mal vamos.
Los problemas económicos de la Unión Europea, tal y como se
comenta en dicho artículo, son otros. En los límites de una nueva recesión, con
un paro galopante en muchos países -España es ejemplo- culpar a Google del deterioro de una economía
agónica me parece exagerado. La pregunta debe ser cómo podemos fomentar el
desarrollo tecnológico de tal forma que en nuestras fronteras surjan nuevas Googles. Innovación y emprendimiento
deben ir de la mano.
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