El cambio político está claro en España, y es bueno analizar
bien los pactos y alianzas para poder atisbar lo que puede ser un mapa plural
de cara a las elecciones generales.
En Madrid, el éxito de Manuela Carmena hay que debérselo,
sin quitar los méritos de la exjueza y su organización en las elecciones, a la
bipolarización de la campaña llevada a cabo por parte de Aguirre, que, con su
estrategia mamporrera, ha llevado a mucho votante del PSOE a dar el apoyo a Carmena
y luego votar a Gabilondo a la Comunidad. El voto se está convirtiendo en algo
más sofisticado, mas pensado, pero era evidente que la utilidad de éste se va
tornando hacia posiciones en las que los pactos postelectorales y las alianzas
programáticas están encima de la mesa. El PSOE sólo tenía la opción de apoyar a
Ahora Madrid, porque nunca se hubiera entendido que gobernara Esperanza
Aguirre. Y esto es algo que sociológicamente hay que tener muy en cuenta: un
posible pacto PSOE-PP significaría el hundimiento de los socialistas. El
ejemplo es el PASOK griego.
Otra ciudad con cambio ha sido Cádiz, donde Cádiz Sí se
puede ha conseguido llegar a un acuerdo con el PSOE y desbancar a Teófila
Martínez, que llevaba más de 20 años como alcaldesa.
En la alcaldía de Valencia el cambio también ha sido sonoro.
Rita Barberá incluso ha dimitido como concejal por tal de no traspasar el
poder, simbólicamente, a Joan Ribó, el candidato de Compromis.
En Barcelona también se ha conseguido un acuerdo histórico y
Ada Colau será alcaldesa de una de la ciudad condal.
El Partido Popular está perdiendo muchísimo poder. Sin
embargo, parece que Ciudadanos se ha convertido en una organización dispuesta a
apuntalar gobiernos, como los del PSOE en Andalucía o en Madrid el de Cristina
Cifuentes. Creo que Albert Rivera se la juega en estos años, en los que si no
hacen cumplir esos supuestos acuerdos que han firmado de regeneración, es
posible que la imagen de cambio que proyectan se vea diluida. Aun así, dudo
mucho de que España solo necesite primarias y limitación de mandatos. Aquí es
necesario un debate profundo y sin cortapisas sobre el modelo productivo.
La regeneración del PP tendrá que llegar dentro de poco,
cuando muchos de sus cargos se vayan al paro y entonces empiecen los problemas
y tensiones. Es algo que todo partido de gobierno, cuando pierde peso, vive y
no podía ser menos. Lo que ocurre es que dudo que Rajoy regenere el PP, y dudo
aún más que la estrategia de la derecha española pase por articular un paquete
de dediciones firmes, como disolver el PP en Valencia y crear una comisión
gestora que ayude a depurar responsabilidades vinculadas a la corrupción. No
olvidemos que los papeles de Bárcenas
vuelan por encima del presidente del gobierno.
La corrupción por parte del poder político, muy característica
en el PSOE y en el PP, obliga a ser muy estrictos con estos temas, máxime
cuando la crisis ha desvelado el despilfarro y la falta de rigor en las
políticas de nuestros gobernantes. El surgimiento de nuevas formaciones
políticas como Podemos o Ciudadanos sólo son el síntoma del descontento popular
y no leerlo así es un error. Si el PP pretende imitar la campaña conflictiva de
Esperanza Aguirre, lo va a tener muy complicado para volver a gobernar, pues la
gente empieza a estar cansada de insultar al otro y no arreglar los asuntos
internos.
En relación a los
pactos Podemos-PSOE, aquí habría que echar mano de la teoría de juegos o, mejor
dicho, del dilema del prisionero. Muchos dicen que el pacto entre estas
organizaciones perjudicará al PSOE, que verá como un porcentaje de su voto
moderado se va. Pero, sin embargo, yo no creo que sea así. Es más probable que
perjudique a Podemos, si no sabe gestionar bien los acuerdos, que a la
organización liderada por Pedro Sánchez. Ya lo hemos visto con el caso de
Izquierda Unida en Andalucía, condenada a la marginalidad tras su paso por el gobierno
de la Junta.
Lo complicado no es ponerse de acuerdo para pactar la
investidura. Lo difícil empieza ahora que hay que gobernar. A pesar de ello, se abre una etapa interesante.
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