Desde que arrancó la crisis económica, la desigualdad se ha
convertido aún más en objeto de debate. Su crecimiento constante ha eliminado
ese dogma de que la gran recesión afectaba a todos, ya que, como siempre, el
cinturón es más estrecho en unos colectivos que en otros.
Según Intermón Oxfan, “España figura entre los paísesdonde más se ha incrementado la desigualdad de ingresos y el número de personaspobres y en riesgo de exclusión”. Si
alejamos el zoom y vemos cómo
funciona Europa, podremos atisbar que: “entre 2009 y 2013, el número de
europeos viviendo con severas privaciones materiales (sin dinero suficiente
para calentar sus hogares o afrontar gastos inesperados) se incrementó en 7,5
millones de personas hasta llegar a los cerca de 50 millones que viven en esta
situación. El informe resalta que hoy hay 123 millones de europeos viviendo en
situación de pobreza (casi una cuarta parte de la población) mientras el
continente es el hogar de 342 milmillonarios”.
Como causa, Intermón
apunta a los recortes y a las diferentes reformas fiscales que hemos ido
viviendo en Europa. Aprovechar una época de incertidumbre para implementar
medidas antipopulares que puedan minar el Estado del Bienestar ya fue algo que
en su día analizó, con gran detalle, Naomi Kleim en “La doctrina del Shock”. Pero,
claro, las consecuencias son las que son.
La política puede
disminuir o aumentar la desigualdad. Por ejemplo, Suecia, con su sistema fiscal
y sus políticas sociales, consigue disminuir la desigualdad “de ingresos de
mercado (antes de impuestos y transferencias) en un 53%. En contraste, el
sistema fiscal español tan sólo reduce la desigualdad en un 32%”.
El fraude fiscal
supone una pérdida, dentro de la UE, de cerca de un billón de euros. Esta asimetría
hace que la carga impositiva se centre en las rentas medias, lo que, a la
postre y sumada a la devaluación salarial, nos presenta un escenario de
ahogamiento constante para un sector inmenso de la población. Según el informe
de Intermón, “en España, el 90% de la recaudación del Estado proviene de los
impuestos directos e indirectos de los ciudadanos, mientras que las grandes
empresas sólo aportan un 2% del total”.
La lucha contra la
pobreza y la exclusión debe ser el principal reto político. Con un porcentaje cercano
al 30% de población excluida no hace falta esperar a que surja una revolución,
estalle un conflicto grave o empecemos a emigrar masivamente como los refugiados
de la guerra de Siria para reaccionar (ya vemos que en las situaciones anteriores
tampoco se sabe responder). Es mejor ir tomando medidas concretas, fijándonos cómo
funcionan en otros países europeos, para terminar con esta lacra. De lo
contrario, los problemas sociales se irán acrecentando hasta niveles
insoportables.
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