fuente: eldiario.es |
Debate encorsetado, aburrido, muy artificial y con poca vida
más allá de la discusión en relación a la corrupción. Demasiadas normas, todas
beneficiosas para Rajoy, y dos candidatos, Rajoy e Iglesias, que no quisieron
arriesgar. En medio, un Rivera mucho mejor que en otros debates pero que parece
que no termina de movilizar, algo que también le pasa a Pedro Sánchez.
Dos horas y media de
debate pueden con cualquiera. Además, repetir mensajes constantemente en una
sucesión de monólogos tampoco ayuda. Rajoy defendió, en el primer bloque de
economía, que nos ha sacado de la crisis. Un análisis demasiado triunfalista de
la situación actual, pero que le puede servir para mantener su voto. Aunque en el
bloque de la corrupción lo pasó algo mal enfrentándose a Rivera (que le pidió
que reflexionara sobre su papel en su partido y su responsabilidad), que el PP
esté plagado de casos de chanchullos y financiación en B no creo que le pase
más factura que la que le ha pasado ya. El votante del PP indignado por la
corrupción hace tiempo que se fue. Por lo tanto, que se hable de Bárcenas tras
casi dos horas de debate tedioso no perjudicó
a Rajoy.
El PP ofrece un candidato con experiencia, mayor que el resto
y que vende seriedad y solvencia en la gestión, además de certidumbre. Sin
embargo, los indicadores sociales (precariedad laboral, índice de pobreza…) pueden arruinarle su triunfalismo y los casos
de corrupción le obligan a buscar una campaña sin demasiada intensidad.
Pablo Iglesias, el mejor comunicador de todos y el que mejor
se mueve en el espacio televisivo, estuvo esta vez demasiado tibio. Un ejemplo
de ello es el minuto de oro final que se quedó muy atrás del que emitió en el
anterior debate a cuatro en Atresmedia. Las encuestas sitúan a Unidos Podemos
en el segundo lugar tras Rajoy y parece que esto ha llevado a plantear un
debate suave con tonos grisáceos. Por otro lado, es cierto que ha conseguido trasmitir su mensaje más
importante: que ellos son la alternativa al PP. Iglesias no entró de lleno en
las acusaciones de pinza de Sánchez, lo cual fue muy hábil, y sólo se alteró
cuando Rivera lo acusó de financiación ilegal por parte de Venezuela, tema
archivado por la justicia y que no creo que le suponga pérdida de voto a la
coalición. Ignorar a Rivera y a Sánchez y centrarse en Rajoy era el camino más
inteligente para el debate.
Rivera estuvo potente, supo repartir tanto a Iglesias como a
Rajoy; de hecho, acusó a éste último de cobrar en negro. Sin embargo, sigue sin
aclarar si pactará o no con el candidato del PP (a pesar de pedirle que
reflexionara sobre la corrupción), qué pactará de nuevo con el PSOE (
¿aceptarán los votantes de Ciudadanos otro acuerdo con este partido?) y si realmente salen a ganar o son la muleta
del de turno. Rivera busca su hueco en una campaña bipolarizada. Lo que ocurre
es que, como he comentado en multitud de ocasiones, será difícil que el PP no se
beneficié del miedo a los “radicales”.
Pedro Sánchez lo tenía, de entrada, más difícil. Fue más a
por Iglesias que a por Rajoy y tampoco aclaró con quién quiere pactar. Cuando
le sacaron el tema de las puertas giratorias y de los ex miembros del PSOE en
consejos de administración, saltó con Monedero y la beca de Errejón en un
patinaje lleno de nerviosismo sin saber por dónde salir. Creo que la estrategia
de la pinza no le servirá a Sánchez esta vez. Su mayor reto es movilizar a los
suyos y luchar contra la abstención y si se centra en ir contra Podemos, está
asumiendo el rol de perdedor.
En conclusión: ninguna medida nueva, debate aburrido y
encorsetado; candidatos que responden sólo a juegos estratégicos y que calculan
hasta la pasión.
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