fuente: eldiario.es |
No hay escenarios óptimos en
política; siempre hay que tomar decisiones complicadas. El origen de la crisis
del PSOE no es la abstención a Rajoy: viene de la época de los recortes de
Zapatero y el 15M, del surgimiento de Podemos y de la reducción del espacio
electoral del PSOE por la izquierda.
Los socialistas no han hecho una
reflexión profunda de lo que les está pasando. En mi opinión, deben debatir
cuál debe ser su relación con Podemos, una fuerza que tiene tirón sobre todo en
los jóvenes. Si se pacta en las comunidades autónomas, ¿por qué no pactar en las
nacionales? Este problema está ahí flotando y, aunque se quiera esquivar, es el
núcleo principal de uno de los más difíciles dilemas que tiene el PSOE. Sumado
a lo anterior, también hay una crisis de liderazgo grave, reforzada por peleas
internas y la cuchillada que se le ha dado a un Pedro Sánchez que cometió grandes
errores.
El PSOE tiene 84 escaños. Con
este resultado no se es alternativa de gobierno,
hay que sumar más y hay que entenderse con la izquierda. Siempre he dicho que
Podemos no se lo puso fácil a Pedro Sánchez cuando intentó gobernar con
Ciudadanos. El papel que ha tenido el PSOE de partido fundamental en la
construcción de un sistema político que nos viene de la transición no lo pone
en duda nadie. Pero, ¿hacia dónde se quiere dirigir ahora? ¿No es rehén de una
brecha generacional? ¿Se han dado cuenta de los cambios profundos en la
estructura social, cultural y mediática que ha vivido España en los últimos
años?
El debate de la izquierda no sólo
pivota alrededor del PSOE. La formación morada también anda discutiendo sobre
simbología, poder popular, populismo o moderación. Mientras cada uno discute
sobre su identidad, el Estado del Bienestar sigue en crisis y los sueldos menguando. Un año lleva Rajoy como
presidente en funciones y, si se repiten elecciones, lo más probable es que
vuelva a ganar. La izquierda tiene un problema de luchas internas ancestral, y
a veces no quiere darse cuenta de que eso dificulta muchísimo articular
cualquier alternativa de gobierno. Si sus miembros se pelean entre ellos, ¿cómo
pretenden gobernar? Es la pregunta de mucha gente y es de sentido común. También
determinados debates productivos y muy interesantes son distorsionados por
determinados medios de comunicación atendiendo más a la polémica que al fondo
de la cuestión. Prefiero, como ciudadano, debates de altura entre corrientes ideológicas
que proponen medidas para la discusión que partidos monocromáticos donde todo
el mundo piensa lo mismo (o uno piensa por todos). Pero del debate al
sectarismo y a los navajazos entre compañeros hay un trecho.
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