Fuente: 20 minutos |
Leo la siguiente noticia en la
prensa: “Más de 5,5 millones de ocupados cobran en España un sueldo inferior al salario mínimo”. Esto supone que el 35% de los trabajadores en España cobra
esta cifra. Si le añadimos el porcentaje de desempleo, nos presentamos ante un
panorama serio.
Con una elevada tasa de
temporalidad, tener esperanza en que vuelvan los tiempos de la burbuja
inmobiliaria y los sueldos altos se acerca cada vez más a una quimera. ¿Qué
podemos esperar si un porcentaje enorme de la población se ve desplazado de los
cánones que consideramos como una vida digna? Seguramente crecerá el
descontento. Y esto, a su vez, se puede traducir en disturbios o crecimiento de
movimiento políticos extremos que propugnan el odio como medicina política ante
los graves problemas a los que tenemos
que hacer frente las sociedades tecnológicamente avanzadas.
A una persona con determinada
edad que cobre 600 euros no le vale la excusa de la productividad. Eso se lo
puede creer la gente un tiempo concreto, pero cuando tienes que pagar facturas,
comer, dar lo mejor a tus hijos (si tienes), entonces no te sirve ninguna
excusa. Ni siquiera que eres un afortunado porque peor se está parado.
Estimo que vivimos en una
sociedad en la que la crisis de expectativas puede ser muy peligrosa si no
estamos pendientes de ella. Durkheim y Meton hablaban de anomia, ese proceso de frustración al ver que la sociedad no
satisface los anhelos de un individuo. Lo curioso de esto es que no estamos
hablando de cuestiones espirituales y metafísicas que se pueden cubrir con
cuatro libros de autoayuda. Si ganas una miseria, por mucho que quieras
simplificar tus necesidades estás mal.
Las distintas medidas que se
plantean relacionadas con la necesidad de aumentar el poder adquisitivo de los
españoles son múltiples: rentas básicas, complementos salariales, ayudas al
alquiler, ayudas por hijo… pero, en un contexto de recortes del estado del
bienestar, existe una duda razonable de que se implementen a medio corto plazo.
Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos?
Sociológicamente, existe una
teoría que determina que estamos en la sociedad de los tres tercios: un tercio
excluido, un tercio vulnerable y un tercio de la población insertada. Si dos
tercios, amplia mayoría, están entre mal y muy mal, es difícil mantener la
cohesión social y los problemas sociales se acrecentarán. Sólo hay que estudiar
un poco de la historia de Europa para verlo. El Estado del Bienestar no fue un
regalo, fue una solución pragmática para crear un dique de contención ante las
ansias revolucionarias de amplios sectores de la población. Cuando digo pragmático quiero decir que la solución salvó
al capitalismo y a las democracias occidentales de una expansión, tras la II
Guerra Mundial, de la URSS y, como no podía ser de otra manera, también evitó
caer en otra oleada de totalitarismos fascistas.
A Una persona puede parecerle mal
que exista policía, incluso impuestos, pero es consciente de que la inseguridad
es una realidad. ¿Es difícil entender que el desempleo y la enfermedad, generan riesgos individuales y, por extensión, colectivos?
Mientras no se explique esto con detalle estamos abocados a seguir de mal en
peor.
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