Siempre hemos sido conscientes de que las
emociones son claves en nuestras decisiones individuales. Al ser seres
“emocionales” -tanto o incluso más que racionales-, el poder no podía esquivar esta
característica tan humana. La comunicación política ha atizado las emociones
buscando siempre un objetivo: el poder.
El experto en comunicación política Luis Arroyo analiza en su interesante libro “El
poder político en escena. Historia, estrategias y liturgias de la comunicación
política” cómo los individuos nos relacionamos con la política y ésta
última con nosotros a través de la comunicación.
A partir de la filosofía de la Ilustración se
estableció el axioma de que somos seres racionales y, por lo tanto, constructores
de una democracia deliberativa. Sin
embargo, está demostrado que las emociones juegan un papel fundamental en la
arena política. Disciplina, igualdad,
miedo, rebeldía, autoridad, respeto, espiritualidad… van desarrollándose en
ámbitos ideológicos contrapuestos que el autor define como “conservador”
y “progresista”. Una vez que tenemos una ideología, ¿podemos cambiar? Es difícil.
Los individuos solemos consumir la
información que más va con nuestra forma de pensar, mostrándonos reticentes a
otro tipo de opiniones, por muy bien argumentadas que estén. Es como si nuestro
cerebro estuviera más preparado para confirmar prejuicios que para encontrar la
verdad. El autor se plantea la siguiente reflexión: qué es primero, el voto o la información sobre el voto. Por lo
tanto, habría que preguntarse: ¿Me
informo para ver qué debo votar o para confirmar ya mi voto?
Está demostrado científicamente que en la
mayoría de nosotros hay una tendencia a
sobrevalorar nuestras opiniones e infravalorar las de los demás. Nuestras
convicciones se superponen a nuestra capacidad analítica, lo que dificulta en
ocasiones un debate sosegado sobre opiniones y respuestas, base fundamental de
una democracia deliberativa.
Como plantea el libro, también es muy
importante cómo se crean los marcos en el lenguaje. No es lo mismo decir que la
delincuencia es una bestia a que es un virus, tal y como se estableció en un
estudio citado en este ensayo. Si es una bestia, se pedirá eliminarla; si es un
virus, se planteará además la prevención. Los marcos lingüísticos en política
son muy importantes, y van construyendo ideología. De ahí que el control de la información sea una de las
bases en la historia del poder. Quien
crea los marcos, crea la información dominante y ahí, junto al poder
coercitivo, reside la dominación.
Reyes, sacerdotes, políticos, caudillos y
otros agentes
han utilizado la liturgia y la comunicación para apuntalar su estatus de
dominación. Líderes, por cierto, que sin un contexto histórico determinado
difícilmente hubieran destacado. ¿Qué papel juegan aquí la imprenta, la radio y
la televisión? ¿E Internet? Pues son fundamentales en la creación de lo que se
conoce como la “opinión pública”,
definiendo ésta como aquella opinión que tenemos la amplia mayoría sobre el
poder atendiendo a la información que nos llega.
Los medios de comunicación de masas han sido
claves para desarrollar la comunicación política. La pregunta que yo me hago es
si Internet, un medio con similitudes pero con amplias diferencias con respecto
a los anteriores, influirá más o menos que la radio o la televisión.
Que el ser humano dependa tanto de sus emociones
también dificulta enormemente que las ciencias sociales hagan
predicciones. Por lo tanto, mejor no me arriesgo y digo que el futuro es un
espacio muy incierto. Mientras tanto,
leamos, estudiemos y observemos.
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