No hace mucho se publicaba en la prensa una noticia
presidida por el siguiente titular: “Uno de cada cinco autónomos está en riesgode pobreza”. Impactante, pero cierto.
La idea del autónomo empresario que gana mucho dinero no se
acerca a la realidad. Muchos son “falsos autónomos”, o sea, autónomos que
dependen de un solo cliente pero que no han sido contratados como deberían. Sin
vacaciones pagadas, sin posibilidad de ponerse enfermos (eso es común para
todos los autónomos), pero con un salario demasiado corto como para que puedan
ahorrar y afrontar inseguridades. Otros, tras pagar todas las cuotas a la Seguridad
Social y demás obligaciones, con la competitividad y la crisis, se encuentran
con que apenas llegan a fin de mes. De hecho, lo difícil es que alguien opte
por darse de alta sin tener seguridad de que sus ingresos cubrirán sus costes,
una cosa muy complicada de planificar en el caso de un autónomo.
Cuando se fomenta el emprendimiento -no se habla de otra
cosa- se debe decir toda la verdad. Que es duro y que, en muchas ocasiones, se
fracasa. Pero sobre todo, debemos ir analizando bien si la flexibilidad que nos
exigen a los profesionales está al borde de dejarnos en la exclusión social,
planteándonos un horizonte bastante negativo de aciagas consecuencias. Es
cierto que debemos adaptarnos a las nuevas tendencias de consumo en las
sociedades tecnológicamente avanzadas, pero una cosa es adaptarse y otra es
pasar hambre con tal de cubrir con unas expectativas competitivas determinadas.
Bajar la cuota del autónomo, ayudas para complementar los
ingresos y que sean dignos, pagar impuestos en función de lo que se facture… En
fin, hay muchas reivindicaciones que, ahora que se acercan las elecciones
generales, se deberían tener muy en cuenta. Además, la cultura del
emprendimiento también está muy ligada con la iniciativa de la gente y, para
que haya iniciativa, se debe invertir en formación y permitir espacios en los
que se pueda trabajar y cooperar poniendo ideas en común.
Como bien dice el artículo, es hora de dejar de improvisar y
plantear un programa en condiciones que ponga el trabajo autónomo en el centro
del debate. Aunque es cierto que en España necesitamos tejido industrial y
grandes empresas capaces de generar valor añadido sin bajar salarios, una buena
política de fomento del trabajo autónomo puede ser el inicio de muchos
proyectos de futuro generadores de empleo e innovación.
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