Artículo publicado en Almería 360º y Noticias de Almería.
Cada vez que surge una noticia sobre casos de corrupción
política, sea a base de sobres, tráfico de influencias, comisiones ilegales o
lo que sea, un sector importante de los profesionales de la política españoles
demuestra no sólo no estar a la altura de sus responsabilidades, sino que
protagoniza un espectáculo entre lo esperpéntico y lo grosero. Cuando algunos
se ven acorralados ante la justicia, sus compañeros de partido emiten frases
tan conocidas como: “y tú más”, “tu partido hizo esto”, o “hace unos años eras
peor”, en vez de asumir el poder otorgado por los votos de los ciudadanos y
ejercer su responsabilidad. Qué difícil es que dimita alguien en este país.
También, en ocasiones, podemos ver cómo otra estrategia utilizada es directamente negar la mayor, como el capítulo
de los Simpson en el que el travieso Bart destruyó un escenario en la
televisión y, ante las miradas atónitas del personal, dijo: “¿he sido yo?”
Sé que estoy generalizando mucho; algunos me dirán que no
todos políticos son iguales – afirmación que puedo compartir en parte-, pero mi
obligación es estudiar la sociedad en su conjunto y las percepciones del poder
político que tiene la mayoría de la ciudadanía.
Que el Centro de Investigaciones Sociológicas recoja una y otra vez en
sus estudios que la “clase política” es considerada como uno de los principales
problemas de este país, es una noticia nefasta, entre otras cosas porque lo que
se termina poniendo en cuestión son todas las instituciones democráticas,
creando así una idea de que el sistema institucional en su conjunto es un
error, y no los que lo dirigen. Se critica, por decirlo así, el coche por culpa
del conductor. Pero es que es normal, puesto que en nombre de la estabilidad,
el crecimiento y la democracia se están haciendo cosas que no entiendo muy bien
hacia dónde nos llevan.
Por ejemplo, mientras surgen casos de gastos abusivos en
cuestiones privadas de algunos políticos, cuentas en Suiza y otras presuntas
irregularidades, sin hablar del tema de la banca que ya he comentado en otras
ocasiones, me gustaría centrarme hoy en
el salario mínimo que tenemos en España.
Éste se basa en la cuantía que establece cada año el gobierno, teniendo en
cuenta cuestiones como el IPC, la productividad y la participación del trabajo
en el conjunto de la Economía. En España el salario mínimo para 2013 es de
645,30 euros. ¿Les parece mucho? Miremos un momento a
Europa. En nuestro continente,
según la estadística oficial, hay seis países que superan los mil euros de
salario mínimo (Luxemburgo, Irlanda, Reino Unido, Países Bajos, Bélgica y
Francia); otros, como por ejemplo Alemania o Finlandia, no tienen salario
mínimo establecido por ley, acuerdan sus salarios por la vía del pacto. España
estaría por debajo, en su salario mínimo, de la cabeza del pelotón, con un
octavo puesto en su clasificación. Los
últimos serían Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria o Rumanía, que no llegan ni
a los 300 euros (Rumanía y Bulgaria ni a los 200). Estos últimos son países ni
siquiera están dentro de la Unión Europea, aunque los estudie Eurostat.
Sé que el nivel de vida de cada país es distinto, algunos
más baratos y otros más caros, pero sigamos analizando la cuestión de los
salarios.
Los sacrificios que nos piden desde los gobiernos y
entidades económicas “pensantes” como el FMI y la Unión Europea, mientras no
dan ningún ejemplo como vemos constantemente, están enfocadas a devaluar
nuestros salarios para hacernos “más competitivos”. Si fuera así, España
debería de ser muy competitiva, dado que este bajo salario mínimo -atendiendo a
una jornada laboral completa (que, en ocasiones, puede ser menor)-, nos
llevaría a ser un país con una tasa de paro, por lo menos, inferior a esos
países cuyos salarios mínimos parecen “tan elevados”. Pues no, España tiene la
tasa de paro más alta de la Unión Europea, con un 26,6% de paro, mientras que
la media de la unión es del 11,8%. Si se pretende reducir el paro devaluando
salarios y manteniendo este salario mínimo (el año pasado incluso se congeló),
me pregunto hacia dónde nos pretenden llevar.
Ya hemos visto qué países tienen el salario mínimo más bajo.
¿Nos echarán del euro? ¿Nos iremos? ¿Seguiremos la vía del
empobrecimiento? Grecia redujo su
salario mínimo más que nosotros y prácticamente nos ha alcanzado en cuota de
paro. Mientras tanto, ¿cunde el ejemplo? ¿Cómo predican los políticos
gobernantes ante este panorama? Acúsenme de demagogo si quieren pero, mientras
tanto, seguimos escuchando “Y tú más” cuando muchos cada vez tienen menos.
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Héctor Jerez es politólogo
y consultor laboral.
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