Parece mentira que cuanto mayores son las opciones de
acceder a la información y, por extensión, mayores las posibilidades de ampliar
el conocimiento humano, más voces surgen en contra del progreso infinito que
ofrece Internet para potenciar la difusión de los contenidos culturales.
Nostálgicos del papel y la imprenta lo que esconden, en realidad, es el fracaso
de un modelo de negocio y la necesidad de adaptarse a los tiempos de la red. Los
que hasta ahora tenían una posición de privilegio, los medios tradicionales e
industriales, han fracasado intentando que los gobiernos se dediquen a legislar
de espalda a Internet. Digo fracasado porque no han podido limitar su uso, no
porque no paren una y otra vez de intentar usurpar la red con leyes
retrógradas.
Nadie dijo que fuera
fácil la adaptación a la nueva era tecnológica, pero es irreversible. Los intermediarios
cambian y cada vez más, muchos están
pasando a un lugar marginal. ¿El fin de la cultura? Imposible.
Enrique Dans lo expresa muy bien en su blog: la industria
tiene que darse cuenta de que el consumidor ve el cine, u otros contenidos, en
una pantalla de ordenador. Que si le obligamos a pagar precios elevados por una
película o una serie, lo más normal es que se busque otras fuentes de acceso. Es
la teoría de la optimización de tus recursos. Sin embargo, en vez de ofrecer
buenos portales con una oferta cultural en red que se financien o bien con micropagos
o bien con publicidad -o una tarifa plana mensual de bajo coste-, se pretende
cerrar el ciberespacio y limitar la neutralidad de la red, criminalizando por extensión
a todo internauta que se precie. No, no somos piratas; el negocio debe cambiar
y la industria adaptarse.
Gracias a Internet he podido ver grandes clásicos del cine
que no encontraba en ningún videoclub -de
los pocos que quedan- ni en la
televisión. También empapelarme de la discografía de algún clásico musical, o
disfrutar de un grupo que luego he pagado por ver en directo. ¿La solución es
prohibírmelo? ¿Condenarme a no poder disfrutar del cine porque no vivo en
Madrid u otra ciudad en la que pueda ir a un videoclub lleno de películas de
arte y ensayo? Seamos serios: si se inventaron las bibliotecas públicas fue
precisamente por acercar conocimiento sin el obstáculo económico, y hasta ahíse pretende cobrar. Debemos crear un modelo de equilibrio entre el interés de
los autores en cobrar y el interés del consumidor de optimizar sus recursos
gracias al ancho de banda.
Seguro que si en vez de insultar a jóvenes que ven
videoclips en Youtube, se aplicara el
sentido común y se buscasen alternativas realistas, se podría llegar a mejores
resultados que los actuales.
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