Llevo un
verano disfrutando de varios eventos que tienen la música en directo como
principal atractivo. Empecé en el mes de julio gracias a la invitación que me hicieron
los organizadores del “Espileta Sound” para dar una charla sobre poder y contrapoder. Este festival de maquetas,
magníficamente organizado, pretende ser un evento dinamizador orientado a
cubrir un espacio hasta ahora vacío o, lo que es lo mismo, ampliar la oferta de
ocio de los jóvenes -y no tan jóvenes- que se interesan por la música. Una vez
más, vemos cómo la música en directo es un atractivo cultural necesario, aunque
en el festival también hubo charlas -como la mía, ya citada-, concurso de grafitis
y pintura rápida, por poner varios ejemplos de lo que se pudo ver ahí.
Luego,
ya metidos en agosto, y tras el palo que nos llevamos al enterarnos de que cancelaban el “Mona fest”, nos animamos a ver el impresionante directo de Extremoduro.
Aunque el pabellón de los Juegos Mediterráneos en Almería no era el sitio más
apropiado - el calor era insoportable-, Robe Iniesta y los suyos dieron un
concierto inolvidable de alrededor de tres horas. Si nos ponemos poéticos, ésta
sería mi apreciación sobre este clásico del rock: sonidos desgarradores para tiempos oscuros. Mereció la pena el dinero
invertido en la entrada.
Llenaron
el pabellón hasta arriba, lo que me dice, una vez más, que la música no está en
crisis -o, por lo menos, no más que otros sectores-, sólo es el formato disco.
¿O no?
Este
fin de semana pasado estuvimos en Granada, en el mítico barrio del Zaidín, para
disfrutar de su famosísimo festival de rock. El sábado compartían cartel, entre
otros, Los Enemigos y Reincidentes. Este último es uno de esos grupos que escuchaba en mi adolescencia - igual que Extremoduro-
y que me traen buenos recuerdos.
El “Zaidín
rock” es gratuito, pero estuvo a punto de verse tocado de muerte debido a la
retirada de apoyo institucional. No lo entiendo, porque el rock también es
cultura y lo que no puede ser es que se
aprueben leyes contra los internautas hablando del apoyo a la cultura y luego,
a la hora de la verdad, no interese ayudar a uno de los festivales más longevos de nuestro país. Yo no soy muy
melómano, pero cada vez que voy a un concierto, me tiro días y días escuchando
más música e investigando sobre nuevos grupos a la vez que recuerdo los
clásicos de toda la vida. La música en directo anima no sólo a los convencidos
fans y grupies, sino que nos permite –sobre todo a los neófitos- ver en su salsa a músicos que llevan muchas
horas de ensayo y carretera a sus espaldas y que, en la mayoría de la
ocasiones, lo dan todo encima de un escenario.
No digo
que todo deba ser gratis, pero, como os comentaba, la entrada de Extremoduro
costaba cerca de 30 euros. La inversión no fue cara en función de lo que
recibimos. Al entrar nadie me preguntó si yo compro sus discos o los escucho
por Internet. Pero es evidente que cuanta más música escuchemos: más
posibilidades hay de que vayamos a conciertos e invirtamos nuestro dinero en
apoyar a las bandas que nos gustan.
Internet
es la aliada de la cultura, sólo queda encajar los modelos de negocio a esta nueva
era.
Es evidente
que un directo rockero no es lo mismo vivirlo que verlo en una pantalla, pero a
falta de pan…
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