Publicado en "Noticias de Almería"
Internet es un canal de comunicación que ha
revolucionado el panorama social. Todas las áreas, desde los negocios hasta la
cultura, pasando por los medios de comunicación y las relaciones laborales, se
han visto en alguna forma influenciadas por este invento. La Red, a diferencia
del teléfono o la carta, no sólo es un canal para comunicarnos unos con otros,
sino que además nos permite acceder a un mundo cuyos contenidos superan, con
mucha holgura, cualquier depósito de información alternativo. El ciberespacio
es una implosión en la que se puede acceder a
casi todo el conocimiento humano, y si no, tecleen en Google cualquier término
o busquen en la Wikipedia.
Desde que, a partir del 2000, con la
aparición de los blogs y de la comentada Wikipedia, el concepto 2.0 se empezara
a popularizar, el “consumidor” de los
canales de comunicación ha dejado de ser
un individuo que recibía la información de forma unidireccional con el embudo
puesto para convertirse en alguien que quiere participar, comentar y compartir
aquellos contenidos que le interesan. El poder del internauta ha aumentado
tanto que, ya en 2006, la revista “TIME” eligió como persona del año a cada uno
de los usuarios de Internet, esgrimiendo en la portada que éramos cada uno de
nosotros, como individuos internautas, los que teníamos y tenemos el poder en la era de la información. Como ven, no es una moda. Lo que las redes sociales e
Internet han hecho es poner al alcance de casi todo el mundo un fenómeno, el de
compartir contenidos, que se ha convertido en un cambio cultural, no sólo en
una moda más. A este concepto “horizontal” de la comunicación habría que
añadir, además, la existencia de programas de radio, series o películas “a la
carta”, facilitando así que cada usuario consuma contenidos cuando a él le
venga bien, y no a los programadores de los medios. Del “prime time” a “mi time”,
como dirían algunos.
Atendiendo a los conceptos utilizados por el
sociólogo Manuel Castells, la comunicación de masas ha pasado a llamarse “autocomunicación
de masas”, ya que el internauta elige qué información consume, cuándo y, si
comparte, quién es el receptor. De golpe, los emisores cambian, todos podemos
mover contenidos y si decidimos crear un blog, todos podemos generarlos en la
red a un coste infinitamente menor de lo que costaría comprar una imprenta y
fundar un periódico de papel. Pero, además, se puede participar en foros,
contestar y generar debate sobre cualquier noticia gracias a la naturaleza del
ciberespacio, consiguiendo así una retroalimentación imposible en los medios
tradicionales. En una sociedad hiperconectada a redes horizontales, las
jerarquías y los liderazgos pierden mucho de su sentido, tal y como se ha visto
en movimientos sociales en la era de Internet, como el 15-M.
Desde la invención de la imprenta moderna por
Gutenberg en el siglo XV, la difusión del conocimiento pasó de ser monopolio de
unos pocos a aumentar su audiencia de forma cada vez más exponencial. Internet
no es otra cosa que un megáfono gigante, más barato, con mayor capacidad de conectar
con la gente que lo que fue la imprenta.
Asimismo, la información digital permite trabajar mejor con ella, compartirla,
comentarla, cosa que con el papel no sucede. Lo que ocurre es que los cambios
están siendo tan acelerados que todavía consideramos que, lo que supone ya un
cambio cultural y sociológico, es sólo un acontecimiento pasajero que pronto
finalizará.
A nivel de relaciones laborales, considero
que el cambio más interesante es el de permitir a todos y cada uno de los
profesionales eso tan interesante de crear su
“propia marca personal”. El empleo 2.0, el currículum funcional o como queramos
definirlo, no es otra cosa que proyectar hacia el exterior las competencias profesionales
a través del canal Internet. Al poder crear un espacio virtual propio, se puede
conseguir que usando un blog, por ejemplo, la gente vea cómo desarrolla cada
profesional su trabajo, qué sabe hacer y cuáles son sus conocimientos. Ha
creado su propio sistema, y cuánta más gente lo conozca y más se difunda su
trabajo, más se irá acercando a los circuitos de contratadores, inversores o consumidores.
Hoy en día, las marcas o las personas, las asociaciones,
los colectivos o los partidos políticos,
pueden generar comunidad usando las herramientas 2.0 existentes en la red. Pero,
para ello, deben generar contenidos, ya que la información no es algo secreto
que nadie deba conocer; la información ya es algo al alcance de todos y todos
quieren hacer uso de ella. Evidentemente, Internet, como cualquier innovación,
encuentra enemigos acérrimos entre aquellos cuyo modelo de negocio o sistema de
poder peligra debido a las características del nuevo canal. Pero hoy en día, al
igual que cuando se sustituyó la carreta de caballos por el coche o enviamos
correos electrónicos en vez de cartas, es la adaptación a los cambios y a la
evolución lo que caracteriza al ser humano, no el estancamiento en inventos
antiguos que dejan de interesar a los individuos.
Tras este análisis, ¿acaso no es Internet una
auténtica revolución?
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