Publicado en "Noticias de Almería". Esta semana he hablado sobre la poca costumbre que existe en España de dimitir de un cargo público.
Ya sé que las comparaciones son odiosas, pero permítanme que les hable sobre el hecho de dimitir -esa acción de la que tanto se habla, pero que poco se hace- en algunos países extranjeros.
Hace unos días pudimos leer una noticia en la prensa que nos informaba de la dimisión en bloque del gobierno búlgaro. ¿A qué se debe tal renuncia? Pues a las crecientes protestas ciudadanas que asolan este país del este de Europa (“El País”, 20/2/2013). Reconozco que a mí me ha sorprendido, será que no estoy acostumbrado a ver a un político dimitir, y menos a un gobierno entero. Y es que en España es muy difícil que un cargo público abandone el calorcito del sillón, ni debido a las protestas ni debido a los escándalos. Cuando la popularidad de un gobierno está por los suelos, a ver quién aguanta el edificio o, por lo menos, ese ha sido el argumento del gobierno de Bulgaria.
En 2011, en Alemania, vimos dimitir a un ministro porque se descubrió que plagió su tesis doctoral; mientras, aquí observamos cómo acusados por corrupción no sólo no dimiten, sino que utilizan la técnica del victimismo y, en su mismo partido, el conocido como “cierre de filas”. El tema de la tesis doctoral parece una niñería digna de risa si lo comparamos con los sobrecitos de unos o los ERE de otros, pero, qué le vamos a hacer, somos diferentes.
Si nos vamos fuera de Europa, en Japón, podemos ver cómo el gobierno, tras incumplir una promesa electoral relacionada con la no subida de impuestos, decidió adelantar las elecciones para consultar así a los votantes sobre dicha circunstancia. ¿Adelantar elecciones por incumplir promesas electorales? Entonces aquí tendríamos que convocar elecciones cada año y no estamos para esos trotes. Siempre queda la excusa de la herencia recibida o echarle la culpa a que determinada administración no nos da el dinero necesario. Ya se lo dije a ustedes hace unas semanas: “y tú más”.
Pero no sólo de políticos hablo. En noviembre de 2012 supimos que el director general de la BBC, George Entwistle, renunció a su puesto por su manejo de la crisis originada por un reportaje en el que se acusaba por error a un expolítico británico de abuso sexual a menores. Los errores deben asumirse; los de manipulación o falsedad en temas tan espinosos también, se sea político o cargo de una televisión pública.
Lo óptimo sería que cuando la sombra de la sospecha se cerniera sobre un político -servidor público, no nos olvidemos- dimitiera. Una vez que la justicia lo absolviera de su culpa demostrando la inocencia, se le podría permitir volver a su cargo. Lo que pasa es que hay otra costumbre muy española (no sé si en otros países también la tienen), conocida como la “teoría del etiquetaje”. Una vez que a alguien le “colocan la etiqueta”, aunque sea inocente, mucha gente pensará que seguro que tiene algo. ¿Será esa la motivación por la que no se dimite en España? ¿Por qué, una vez que se sale, rápidamente tu puesto lo ocupa otro? Recuerden el refrán: Santa Rita, Rita,…
Por cierto, no crean que se me olvida: por dimitir, ha dimitido hasta el Papa. Vivir para ver.
Soy Héctor Jerez, Politólogo 2.0 y orientador laboral especializado en competencias digitales para el empleo.
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