“El 23 por ciento de los 13 millones de personas que según el Instituto Nacional de Estadística viven en España bajo el umbral de la pobreza tienen un trabajo, y el 12 por ciento son jóvenes con formación”. Así empezaba esta demoledora noticia que leí no hace muchos días y que me interesa compartir con vosotros para el debate.
Hay dos aspectos que podemos resaltar de estos datos:
- · El trabajo empieza a no ser sinónimo de inserción social.
- · La formación, en España, tampoco asegura un buen empleo en un porcentaje muy elevado de ciudadanos
La noticia hace alusión a un informe realizado por la Fundación
Tomillo, que también arroja luz “sobre
los trabajadores en situación de
pobreza (menos de 598 euros de ingresos al mes)”, cuyas “condiciones de bajo salario, temporalidad y precariedad
sumadas al empeoramiento de las condiciones laborales de los últimos años” han
repercutido notablemente en la merma e inestabilidad de sus ingresos.
Pero, ¿qué significa
pobreza extrema y a cuántos les afecta?: “1,58 millones de personas se encuentra en situación de pobreza extrema. Se trata de
ciudadanos con ingresos por debajo de
199 euros al mes: son el diez por ciento de los desempleados, el 3% de
todos los trabajadores y el 6% de los jóvenes de España”.
Si bien es cierto que la pobreza golpea principalmente a
desempleados, el que un sector cada vez más amplio de asalariados esté bajo el
umbral de la pobreza nos aleja mucho de la recuperación social -no digo
económica- de este país. Esto significa que, en muchas ocasiones, tener un mal
empleo es lo mismo que no tener trabajo. Ya no es suficiente salir del paro; hay que
volver a plantear algo que parece que se ha olvidado: que el empleo sea digno.
Fijaos en el siguiente gráfico que he extraído del InformeFoessa 2014 sobre precariedad y CohesiónSocial.
Como podéis ver, los salarios no
han parado de bajar de forma estrepitosa desde el 2007, llegando, incluso, en
estos últimos años, a caer por debajo de la inflación. Esto supone un descenso
sin paliativos de la capacidad adquisitiva y la consecuente pérdida de calidad
de vida.
La devaluación interna a la que nos obliga la UE y las políticas
gubernamentales con sus reformas laborales tienen sus efectos colaterales. La
pobreza es una de ellos, aunque sea en nombre de la competitividad.
Veamos otro gráfico:
Las rentas del trabajo cuentan cada
vez menos en el PIB, aumentando su peso, no obstante, las rentas del capital. Sin embargo, por el contrario, sabemos que las
finanzas del estado recaen principalmente sobre el IRPF y dichas rentas del
trabajo. Unos asalariados cada vez con menos salario son, en primera instancia,
los que mantienen el estado del bienestar, mientras el fraude fiscal de las grandes fortunas está enormemente
difundido en nuestro país.
Los salarios bajan, pero las
jornadas laborales, oficial y extraoficialmente, se incrementan: los trabajadores españoles están entre los que más trabajan y menos cobran de todaEuropa .
“Sólo Grecia, Portugal, Turquía y los antiguos países de la Unión Soviética
presentan peores condiciones laborales que las vigentes hoy por hoy en España”.
Lamentable.
Por otro lado, es importante
conocer otra realidad, y es la creciente desigualdad que hay en España. Los
millonarios, según la siguiente información, recuperan sus fortunas y las SICAV
mantienen su potencia para mover el dinero de los ricos volviendo a presentar
cifras similares a las anteriores a la crisis. Y encima de todo, la amnistía
fiscal ha acelerado el registro de nuevas sociedades de inversión, que, por
cierto, tributan más bien poco.
Todo esto hace que España, al día
de hoy, sea el país de la OCDE donde más se han visto incrementadas las desigualdades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario